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José García Domínguez

Cartas griegas

"Si los impuestos son demasiado altos, la gente dejará de trabajar llegado cierto punto". He ahí, en su desnuda esencia, una verdad de Perogrullo convertida en imponente "ley científica".

Dicen que el Gobierno griego acaba de subir el IVA al 21 por ciento; que los organismos internacionales peritos en esos asuntos, desde la Comisión Europea y la OCDE hasta el FMI, han celebrado con algún entusiasmo la nueva; y que aquí, en España, la medida ha sido bendecida como pertinente, sensata, perentoria y laudable a derecha e izquierda, cosechando el más transversal de los aplausos. Dicen también que la música de esa serenata helénica podría constituir muy literal plagio de cierto dictamen de los cráneos privilegiados de Faes, uno que recetara idéntico aceite de ricino fiscal para nuestro paciente doméstico allá por el mes de marzo de 2009. Vaya usted a saber.

En la propia Grecia, sin embargo, no todos comparten juicio tan halagüeño como el de los españoles. Y ya suenan voces en Atenas que alertan sobre las arteras intenciones del maquiavélico Papandreu. Algunas, las más destempladas, lo acusan de contumaz keynesiano con argumentos que recuerdan aquello que en tiempos ocurría con ciertos clérigos y la metafísica kantiana:

  • ¿Ha leído usted a Kant?
  • No, no, Dios me libre. Pero puedo refutárselo ahora mismo, si le place.

Advierten otras que el gesto constituiría una trampa saducea del presidente, un ardid a fin de seguir despilfarrando a mansalva y así perpetuarse en el poder. Se ve que lo presumen tan listo como para engañar a todos los mercados globales de capitales de aquí a la eternidad. Quién habría de decir que los más airados adversarios de Papandreu tenían en tan alta estima su coeficiente intelectual. Cosas veredes.

Al tiempo, apelan en su auxilio unos y otros, todos, a la llamada curva de Laffer. Un concepto creado por aquel señor catalán, don Laureano Figuerola, el de la peseta, que sólo el acomplejado papanatismo de los meridionales ante lo anglosajón ha permitido que se apropiase el tal Laffer. Aunque la ideita tampoco es que fuera muy allá. "Si los impuestos son demasiado altos, la gente dejará de trabajar llegado cierto punto". He ahí, en su desnuda esencia, una verdad de Perogrullo convertida en imponente "ley científica". Por lo demás, como nadie sabe dónde cae ese ignoto punto G de la macroeconomía, tras una rebaja impositiva puede acontecer cualquier cosa: que suba la recaudación, que baje o que se quede igual. Bien por Grecia, pues.     

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