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EDITORIAL

Asesinado con la munición del proceso de paz

A pesar de la notoriedad que esta vez sí había tenido la noticia del rearme etarra, Rubalcaba no dudó en restar importancia a ese robo de armamento y en considerar "exageradas" las advertencias de las autoridades galas.

Era el 23 de octubre de 2006. ETA y su entorno se preparaban para celebrar uno de sus objetivos propagandísticos más ansiados y jamás logrado por la banda terrorista como era la de adquirir, a nivel internacional, el estatus de interlocutor legítimo. Lo iban a lograr unos días después, nada menos que en Estrasburgo, donde el Gobierno de Zapatero ya había hecho innumerables gestiones para ganarse el respaldo de unos desconcertados socios europeos, a favor de eso que los terroristas siempre habían denominado "la internacionalización de la resolución del conflicto" y que los socialistas habían pasado a respaldar como "amparo europeo" a su "proceso de paz".

Ese mismo 23 de octubre de 2006, los jueces Garzón y Pedraz ensuciaban sus togas con el polvo del camino, tal y como recomendaba nuestro fiscal general del Estado, tomando la repugnante decisión de permitir a dos imputados por colaboración con banda armada, tan conocidos como Díaz Usabiaga y Gorka Aguirre, utilizar su libertad condicional precisamente para acudir a Estraburgo y celebrar allí la resolución impulsada por el Gobierno de Zapatero.

Paralelamente, ese mismo 23 de octubre de 2006, un comando etarra robaba de un almacén en la localidad gala de Vauvert, en las cercanías de Nimes, 300 revólveres, 50 pistolas y munición variada. Esta vez el Gobierno de Zapatero tendría más difícil silenciar esta nueva noticia del rearme etarra, tal y como había hecho con las que anteriormente se habían producido, incluso desde la misma semana en que ETA había hecho públicos sus prenegociados comunicados de alto el fuego.

Aunque la ETA en sus propios comunicados siempre había dejado en evidencia el carácter chantajista de su alto el fuego, y aunque el propio Díaz Usabiaga, desde el primer día, había insistido en que "una cosa es la tregua y otra cosa es la paz", el ministro Rubalcaba no iba a consentir que esta nueva noticia del rearme etarra dejara en evidencia la mentira institucionalizada ni el falso espejismo de paz con los que el Gobierno de Zapatero trataba de anestesiar a la opinión pública en pro de sus alianzas con los separatistas. Por ello, a pesar de la notoriedad que esta vez sí había tenido la noticia del rearme etarra, y a pesar de que las autoridades francesas habían mostrado públicamente sus discrepancias con el Gobierno de Zapatero, Rubalcaba no dudó en restar importancia a ese robo de armamento y en considerar "exageradas" las advertencias de las autoridades galas.

Este miércoles hemos sabido que el arma incautada al único detenido tras el asesinato este martes de un gendarme francés es precisamente uno de esos revólveres robados en Francia aquel 23 de octubre de 2006.

Ya dijimos nada más comenzar el proceso apaciguador y colaboracionista, que el Gobierno de Zapatero, al igual que hicieran los separatistas en Estella, "está dando a ETA una de esas explosivas esperanzas que estallan si no se sacian". Y es que la peor munición con la que se rearmó ETA durante aquellas negociaciones fue de índole "moral" al ofrecerle expectativas, "tengan el alcance que tengan", y reconocerle un estatus de interlocutor a quienes sólo tenían el "mérito" de haber asesinado.

Hoy no faltarán comentarios ni editoriales que destaquen, además de su carácter criminal, la "torpeza" de estos nuevos cachorros de ETA, al asesinar a un gendarme francés y ganarse aun más su animadversión. Y ciertamente ETA lo va a pagar caro, tal y como ha manifestado Sarkozy por lo que respecta a Francia. Pero para torpezas las cometidas por unos gobiernos y una clase política y mediática que en España han respaldado durante décadas el paradigma del final dialogado de la violencia y amparado, hasta la llegada de la Ley de Partidos, la subvención y la representación política de los proetarras. Para "torpezas", la de plantear que puede haber premios por dejar de matar, en lugar de disuadir la reincidencia o el inicio de la actividad terrorista reafirmando la inexorable certeza del castigo. Para "torpeza", la de autorizar contactos con criminales prófugos de la justicia, aunque sólo sea para "verificar" supuestas voluntades de paz, "entrega de las armas" u otras memeces con las que algunos encubren sus ofertas de impunidad. Una "torpeza" que arranca desde la transición y que alcanza y termina con el Gobierno de Aznar. Lo que vino después, con Zapatero, no fue torpeza, sino el más infame y colaboracionista de los apaciguamientos, tal y como el que los separatistas habían comprometido con ETA anteriormente en Estella.

Esperemos que este Gobierno felón, que ahora aparentemente ha vuelto al combate contra el terrorismo que en todo momento exige un Estado de Derecho, siga el ejemplo francés respecto a ETA y no vuelva a incurrir en el error y, menos aún, en la infamia.

Esos errores y, mucho más, esas infamias, son la principal munición de ETA, de la que nunca más debe rearmarse.

En España

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