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Amando de Miguel

La economía de las lenguas en España

No tiene mucho sentido económico que en España volvamos a la situación medieval en la que cada zona lingüística se encontraba prácticamente aislada de las demás.

Veamos ahora cómo se adapta la situación lingüística española al planteamiento de la escala de lenguas en el mundo. Digamos, primero, que en toda Europa lo normal es que haya varias lenguas en cada país. La excepción puede ser Portugal, donde, de forma natural, sólo existe un idioma (el mirandés es un dialecto poco significativo). Por fortuna, los europeos que hablan su propia lengua del tipo C (lenguas étnicas que se escriben) conocen normalmente otra del tipo B (lenguas de comunicación de zonas amplias) o A (lenguas de comunicación internacional). Por ejemplo, los irlandeses pueden conocer el gaélico, pero casi todos dominan el inglés.

En España la situación no es nada excepcional. Prácticamente todos los españoles entienden el castellano. Ese porcentaje es el más alto de toda la Historia. Sin embargo, hay ciertos movimientos nacionalistas que desearían desplazar el español por el idioma étnico correspondiente (catalán y variaciones, vascuence y gallego). Eso sería volver a épocas pasadas, pero ahora con la circunstancia de que, en los últimos decenios, el español ha pasado a ser una lengua tipo A. Concretamente, después del inglés (bien que a mucha distancia) la lengua más aprendida en el mundo fuera del hogar es el español. Esa pujanza, más que nada demográfica, se debe sobre todo al peso de los hispanohablantes americanos. Una gran ventaja del español (incluso en comparación con el inglés y no digamos con los del tipo B) es que las variaciones territoriales son mínimas.

Así pues, no tiene mucho sentido económico que en España volvamos a la situación medieval en la que cada zona lingüística se encontraba prácticamente aislada de las demás. Tampoco es muy hacedero que, en las regiones bilingües, se desplace el español a favor de la lengua del tipo C. Lo más económico es que todos los españoles fomenten el conocimiento del español como lengua de comunicación internacional. Esa decisión es compatible con el cultivo (al mismo tiempo) de la lengua tipo C, allí donde esté vigente.

Eso no es todo. La Unión Europea no podrá competir con otras grandes unidades económicas del mundo si no se pasa al dominio común del inglés como gran lengua de comunicación internacional. El sistema de un ejército de traductores en las oficinas de la Unión Europeas es un disparate. No se trata de imponer una solución artificial, sino de adaptarse a la tendencia ya instalada en una gran parte de Europa. En la práctica quiere esto decir que en las escuelas españolas se debe estudiar inglés como segunda lengua. El ser humano puede ser perfectamente bilingüe y hasta trilingüe. El objetivo natural es que, en cada centro de enseñanza superior en España puedan darse cursos regulares en inglés por profesores nacionales o extranjeros. De momento, estamos lejos de ese ideal, que ya es realidad en algunos países europeos que no tienen el inglés como lengua nacional. Es el caso eminente de los países nórdicos.

El argumento anterior quizá irrite a algunos nacionalistas catalanes, vascos, gallegos, etc. Pero los nacionalismos actuales deberían apoyarse en otros rasgos culturales que no son las lenguas. Bien está el valor cultural de las lenguas, pero por encima está el económico.

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