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Europa se despierta de su sueño obamita

Puede que Europa nunca deje de despreciar a Bush. Pero también puede que llegue el día en que los europeos se den cuenta de que las cosas con Bush no salieron tan mal como creen. Por lo menos Bush sí asistía a sus reuniones.

Muchos europeos aplaudieron encantados cuando Barack Obama fue elegido presidente. El desprecio por su predecesor era tan grande, incluso en Gran Bretaña, que la gente decía en las encuestas que George W. Bush era una amenaza para la paz más grande que Kim Jong-il y Mahmud Ahmadineyad. Sólo era superado por Osama bin Laden.

Pero el presidente Obama no ha estado a la altura de las expectativas europeas. Y ya se está notando la desilusión. El presidente francés Nicolás Sarkozy lo ha caracterizado como débil. Y en una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU sobre la no proliferación, Sarkozy reprendió a Obama con el siguiente recordatorio: "Vivimos en un mundo real, no en uno virtual".

Por supuesto, muchos europeos todavía se aferran en la idea de que Obama es "uno de los nuestros". Y ciertamente no ha habido presidente americano más cercano a los valores políticos de Europa.

Pero para consternación de Europa, Obama ni siquiera puede encontrar tiempo para asistir a la cumbre anual Estados Unidos-Unión Europea de este año (algo que Bush siempre hizo). La decisión de Obama de darles plantón en la cumbre ofendió a los europeos que lo han considerado un deliberado desaire a la Unión Europea cuyo proyecto preferido es centralizar el Gobierno e internacionalizar la gobernanza de los asuntos de la humanidad, sean grandes o pequeños. Dada la inclinación de Obama a tales ideas en el terreno doméstico, los europeos se han quedado desconcertados, y con razón, al ver que el presidente americano no volaría para hacer el corro en la cumbre con ellos.

Y para amargar más las relaciones, el secretario de Defensa Robert M. Gates criticó duramente a la mayoría de países de Europa por sus titubeos en asuntos de defensa. En la reunión del mes pasado de la OTAN, Gates dijo que la "pacificación de Europa" (queriendo describir la política de Europa de dar la espalda al gasto bélico y armamentístico como política necesaria para mantener la paz) estaba dificultando que los aliados puedan "operar y luchar juntos".

La desmilitarización de Europa, donde amplios estratos de la población y de la clase política sienten aversión por la fuerza militar sumado a los riesgos que esa actitud conlleva, ha pasado de ser una bendición en el siglo XX para convertirse en un impedimiento para alcanzar la verdadera seguridad y paz duradera en el siglo XXI.

Gates tiene toda la razón, pero dejemos eso de lado por el momento. La naturaleza desafiante de sus palabras es sorprendente. Ningún oficial de la administración Bush –ni siquiera Donald Rumsfeld– había criticado tan pública y abiertamente la falta de gasto militar y de apoyo a la OTAN. Los europeos machacaron a Rumsfeld simplemente por sugerir que había una "nueva" y una "vieja" Europa. Ahora tenemos al nuevo secretario de defensa diciendo que la irresponsabilidad europea es una amenaza para la paz mundial.

Una cosa es comenzar una pelea con Francia o incluso con la Unión Europea, pero Obama se las ha arreglado para ofender hasta a los británicos. Muchos comentaristas en el Reino Unido acusan ahora a Obama de abrigar sentimientos antibritánicos. El reciente anuncio del Departamento de Estado de que Estados Unidos sería neutral en la disputa de las islas Falklands/Malvinas entre el Reino Unido y Argentina sólo ha servido para exacerbar esa impresión.

Daniel Hannan, miembro británico del Parlamento Europeo y ex fan de Obama, declaraba lo siguiente al London Telegraph:

Mire presidente, yo era uno de los pocos conservadores que de verdad quería que usted tuviera éxito. No me importó la forma cómo usted vapuleó a nuestro primer ministro: quiero decir, la mayoría de nosotros sentimos lo mismo por él. Tampoco me importaron los pasajes ligeramente antibritánicos en su libro, ni la caja de DVDs (que le regaló a Brown) ni que haya devuelto el busto de Winston Churchill. Pero esto es diferente. Esto es serio. ¿Cómo se sentiría usted si, la próxima vez que usted se encontrase en guerra con algún tirano, nosotros simplemente publicásemos una lacónica nota diciendo que "nuestra posición sigue siendo de neutralidad"?

La creciente preocupación de Hannan por la política de Obama es compartida por muchos más en el lado opuesto del espectro político europeo. En lo concerniente a la presidencia de Obama, las ilusiones se están rompiendo en toda Europa. Allí, como aquí, el odio exagerado de la izquierda por Bush sólo puede compararse con su ingenuamente abierta aceptación de Obama. Es ahora cuando empiezan a darse cuenta de que, aunque Obama quizá admire la política doméstica de Europa en temas de asistencia sanitaria y energía, a él las pretensiones de influencia y liderazgo global de la Unión Europea no le sirven de mucho en la práctica.

No obstante, Obama sí parece dispuesto a hacer lo que los europeos han pedido durante años: reducir el papel de Estados Unidos en el mundo. Obama está reduciendo la proyección del poder americano. Dejar que los europeos se las arreglen solos (y hacer caso omiso de sus cumbres) es simplemente parte de ese programa.

La confusión europea es comprensible. Se esperaban que un menguante poder americano se tradujera en menos críticas de Washington y mayor influencia europea sobre la política de Estados Unidos. Pero las cosas no han salido de esa manera. En vez, los funcionarios de la administración Obama van criticando la política de seguridad europea y usando un lenguaje que ruborizaría al propio Rumsfeld. Y para colmo de males, Obama ni siquiera pudo sacar adelante el asunto favorito de la agenda internacional de Europa: el tratado sobre el cambio climático en Copenhague.

Puede que Europa nunca deje de despreciar a Bush. Pero también puede que llegue el día en que los europeos se den cuenta de que las cosas con Bush no salieron tan mal como creen. Por lo menos Bush sí asistía a sus reuniones.

©2010 The Heritage Foundation
©2010 Traducido por Miryam Lindberg

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