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Pablo Molina

En un lugar de la calle Génova

La corrupción en la política española es un fenómeno generalizado, por más que los políticos insistan en que es "muy peligroso" desacreditar a esta casta de privilegiados a costa del bolsillo ajeno. Peligroso lo será para ellos en todo caso.

María Dolores de Cospedal echó su cuarto a espadas en la promoción de la "progrelingua", variante del castellano utilizada por los políticos para pervertir el lenguaje, cuando respondió a nuestros compañeros de este periódico que Luis Bárcenas no tenía un despacho en la sede del PP, sino un "lugar". ¿En el pasillo? ¿En el cuarto de la limpieza? ¿En el retrete de caballeros? En este último caso las dificultades de su secretaria para acceder al "lugar" del jefe serían notorias y no hay constancia de protestas de las asistentes personales de los altos cargos del partido por hacerles trabajar en condiciones tan peculiares.

Si la secretaria general del PP elude reconocer que uno de los principales implicados en la trama corrupta que afecta a su partido tiene despacho, secretaria y las minutas legales pagadas, debe ser porque le da un poquito de vergüenza admitir la realidad. En caso contrario no sólo lo afirmaría sino que lo pondría como ejemplo de conducta intachable a seguir por todos los cuadros del partido. En todo caso, puesto que el PP mantiene al senador Bárcenas con sus privilegios intactos, es lícito pensar que, o bien la dirección del partido está muy contenta con la gestión del tesorero y su amigo "el bigotes", o estos dos saben algo más de lo que sugieren y los sorayos necesitan mantenerlos callados.

La corrupción en la política española es un fenómeno generalizado, por más que los políticos insistan en que es "muy peligroso" desacreditar a esta casta de privilegiados a costa del bolsillo ajeno. Peligroso será para ellos en todo caso, no para la democracia, que exige representantes honrados y desconcentración del poder. Con el sistema de listas cerradas todo se negocia en las cúpulas de los partidos, de forma que un tesorero y un zascandil con don de gentes, o los presidentes de las comunidades autónomas, como Bono o Matas, acumulan tal poder en sus manos que acaban creyéndose en posesión de un salvoconducto para hacer y deshacer, sin otra responsabilidad que ganar elecciones para que sus jefes en la sede nacional del partido estén contentos.

Es evidente que el PP no es el partido más corrupto de España, porque el primer lugar del escalafón es propiedad del PSOE a gran distancia del resto de participantes. No son los más golfos, cierto, pero el caso Gürtel es como ganar diez partidos seguidos fuera de casa. El PSOE ya nota en la nuca el aliento de su perseguidor y para las próximas elecciones generales todavía faltan dos años. Tiempo más que suficiente para que haya cambios en el liderato. Bienvenidos a la Champions League.

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