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Agapito Maestre

El PP de Rajoy

La parquedad de palabras exhibida por Rajoy ante el caso Gürtel sólo es comparable a la faramalla ruidosa de los socialistas ante sus casos de corrupción. Parquedad de unos y faramalla de los otros son intercambiables.

Las declaraciones de Aznar, en Sevilla, son correctas, pero están lejos de lo real. Son palabras para los días de fiestas, incluso para alimentar la nostalgia, pero eluden el ciego mundo, la compacta realidad, del actual partido que lidera Rajoy. "El PP era y deber seguir siendo", según Aznar, "incompatible con la corrupción". Vale, señor Aznar, pero, hoy por hoy, este partido es tan compatible con la corrupción como el PSOE. Rajoy, por desgracia, no podrá esgrimir, desde aquí hasta las elecciones, un discurso regeneracionista y de limpieza democrática como en el año 1996. He ahí la principal novedad que ha traído Rajoy con respecto a la etapa Aznar. En el mejor de los casos, el discurso del PP sobre la corrupción será el que le imponga el PSOE.

Rajoy sólo aspira a mantenerse en pie en el tinglado político. Su principal preocupación no es la conquista del poder sino mantener los poderes regionales y locales. Rajoy no persigue a su adversario sino para abrazarlo, como los boxeadores sonados y al borde del caos, para ganar tiempo. El PP y el PSOE negocian y pactan a uña de caballo unas cuantas medidas contra los corruptos. Aparentar es todo. El PP actual nada tiene que ver con el partido de hace veinte años. El PP no ilusiona ni trae esperanza. El PP es sólo una vieja maquinaria que aspira, como el PSOE, no tanto a ganar elecciones cuanto a mantener sus esferas de poder. Más que a ganar, a través de la regeneración del tejido podrido de la democracia, el PP juega a no perder

El comportamiento indolente y, sobre todo, a destiempo de Rajoy frente a su antiguo tesorero, Luis Bárcenas, ha tenido un doble efecto: por un lado, ha perdido una gran oportunidad de mostrarse como un dirigente con cintura e inteligencia. Y, por otro lado, ha mostrado, o mejor dicho, mostrará la cara más negra de la política, a saber, que la verdad, frente a lo que mantiene el refranero popular, no acaba imponiéndose; sí, sí, la muchedumbre, a pesar de la indolencia de Rajoy, sigue creyendo en el PP. O sea, este partido político podría ganar las próximas elecciones generales, porque el PSOE es aún peor. Millones de votantes del PP no prestarán, por desgracia, apenas atención a este deterioro de la principal fuerza de la oposición, a saber, el PP es, frente a lo que mantiene Aznar, equiparable al PSOE.

El PP, en efecto, es la otra cara del PSOE. Más aún, y aquí reside el principal fracaso de la democracia española, la corrupción en general, y el caso Gürtel en particular, pueden no suponer una sangría excesiva de votos para los populares. Por eso, precisamente, la parquedad de palabras exhibida por Rajoy ante el caso Gürtel sólo es comparable a la faramalla ruidosa de los socialistas ante sus casos de corrupción. Parquedad de unos y faramalla de los otros son intercambiables. Son perversas. El silencio del PP y el ruido del PSOE sólo tienen un objetivo: sustraer, robar, la esfera pública política a sus legítimos dueños, los ciudadanos. Entonces, ¿por qué extrañarse de que sean los políticos el "tercer" problema fundamental que tienen los españoles?

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