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Clifford D. May

La paz, para el futuro

Ningún líder palestino puede alcanzar la paz con Israel a corto plazo. Las razones, aunque bastante obvias, se les escapan a los defensores del proceso de paz: los miembros de Hamás se oponen a la existencia de Israel por razones teológicas.

Al parecer, algunas cosas son intolerables. Por ejemplo, hace unas semanas mientras el vicepresidente Joe Biden visitaba Israel, el Consejo de Planificación Regional de Jerusalén anunciaba la aprobación de sus planes para construir viviendas para 1.600 familias israelíes en la capital de Israel, Jerusalén. "Condeno la decisión adoptada por el Gobierno de Israel para la construcción de nuevas viviendas en Jerusalén Este", dijo Biden en una declaración. "Condenar" es una palabra que raramente se usa en el lenguaje diplomático y muchísimo menos en referencia a un aliado.

El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu ofreció inmediatamente sus más profusas disculpas pero David Axelrod, un importante asesor de Obama, salió en un programa político dominical para quejarse de que la Casa Blanca había sufrido "una afrenta, un insulto". Los comentaristas de la radio pública americana NPR echaban humo porque el comportamiento de Israel era "una bofetada" y "aguantar demasiado".

Al parecer, otras cosas no son tan difíciles de tolerar. Por ejemplo, que Fatah, la organización palestina que detenta el poder en Cisjordania, dedicara la semana pasada una plaza en la ciudad de El Bireh a la memoria de Dalal Mughrabi, la terrorista que en 1978 secuestró un autobús israelí y masacró a 37 civiles israelíes –13 de ellos eran niños– y a un fotógrafo americano. Nadie en la administración Obama o en los medios de la élite parece creer que aquello merezca una condena o siquiera algo de crítica seria.

¿Cómo explica usted la extraña ecuación que condena la construcción de viviendas para sus ciudadanos pero que condona la exaltación del terrorismo? Se comienza por entender no cómo funciona el "proceso de paz" –en realidad no funciona– sino cómo piensan los "procesadores de paz". Ellos se han autoconvencido de que los palestinos harán las paces con los israelíes siempre y cuando los israelíes hagan muchas concesiones. Por tanto, la presión debe ejercerse siempre sobre los israelíes para que ofrezcan más concesiones.

Construir apartamentos en Ramat Shlomo –un barrio judío que está atestado y que por lo tanto necesita más viviendas– es una señal de que los israelíes tienen la intención de quedarse en Jerusalén. Eso no puede ser sorpresa para nadie: los judíos han vivido en Jerusalén durante los últimos 3.000 años. Pero, según la opinión de los defensores del "proceso de paz", ofrecer parte de Jerusalén para incluirla en un futuro Estado palestino es una concesión que será necesaria a cambio del acuerdo palestino de abandonar el terrorismo y de reconocer a Israel como una presencia permanente en Oriente Medio.

Un detalle histórico: los palestinos aceptaron abandonar el terrorismo y reconocer a Israel cuando firmaron el acuerdo de Oslo de 1993. Pero siguieron usando el terrorismo como si nada y ahora Hamás y el "más moderado" Fatah dicen que "no están comprometidos"a cumplir esas obligaciones. 

Un segundo detalle histórico: en Camp David, en el año 2000, el entonces primer ministro israelí Ehud Barak ofreció a los palestinos secciones de Jerusalén Este en las cuales podrían establecer la capital de un Estado que también abarcaría el 100% de Gaza y el 95% de Cisjordania. El entonces líder palestino Yasser Arafat rechazó la oferta y puso en marcha una sangrienta intifada. En 2008, el entonces primer ministro israelí Ehud Olmert hizo una oferta similar. Ningún líder palestino mostró interés. El lema de los defensores del proceso de de paz podría ser: Viva y no aprenda. 

Un tercer detalle histórico: los israelíes han demostrado que, por la paz, cederán territorios sobre los que creen tener una legítima reivindicación e incluso desmantelarán comunidades ya asentadas. En 1967, Israel ganó una guerra defensiva contra Egipto, Jordania, Siria y otros vecinos árabes. Así fue como vino a ocupar Gaza que, antes de la guerra, había sido gobernada por Egipto. Posteriormente, se establecieron asentamientos israelíes en Gaza. Sin embargo, en 2005, Israel los retiró todos con la esperanza de entregar ese "territorio ocupado" a los palestinos para promover la paz. Lo que más bien ha sucedido es que Hamás –patrocinado por Irán– ha asumido el control de Gaza y casi inmediatamente empezaron a llover misiles contra civiles israelíes desde allí.

Un detalle filosófico: ¿Por qué es imposible imaginar que los judíos puedan continuar viviendo en un lugar que se convierta en parte de un Estado palestino si se diera alguna vez la paz? Judíos y árabes viven en Israel. Sin embargo, se da por hecho que cualquier futuro Estado palestino debe estar "étnicamente limpio" de judíos. ¿No es indecoroso que los diplomáticos, estadistas y periodistas americanos estén tan cómodos con ese doble estándar discriminatorio?

Pero lo más importante a entender es esto: ningún líder palestino puede alcanzar la paz con Israel a corto plazo. Las razones, aunque bastante obvias, se les escapan a los defensores del proceso de paz. 

Los miembros de Hamás se oponen a la existencia de Israel por razones teológicas. Según su interpretación del Corán, lo que llamamos Israel es como una "concesión de Alá a los musulmanes". Como tal, no puede ser cedido – ni un centímetro siquiera – a los judíos o a otros infieles, no importa qué concesiones les ofrezcan a cambio.

Puede que los palestinos más laicos no lo vean en estos términos. Pero ellos saben que firmar un tratado de paz con Israel, como lo hizo el presidente egipcio Anwar Sadat, sería buscarse la suerte de Sadat: un grupo yihadista egipcio lo abatió a tiros. (El último detalle histórico: ese grupo, la Yihad Islámica egipcia se fusionó con Al Qaeda en 1998. Su líder, Ayman al-Zawahiri, ahora es el lugarteniente de Osama bin Laden, que está vivo y es casi seguro que esté residiendo en Pakistán).

Éste sería un muy mal momento para que los líderes palestinos considerasen seriamente solucionar el conflicto con Israel porque Irán –gobernado por un régimen empeñado en borrar a Israel del mapa y lograr un "mundo sin Estados Unidos"– pronto podría disponer de armas nucleares. Si eso sucede, Irán se convertirá en el mandamás de la región y probablemente no hay ningún líder palestino que sea tan tonto como para siquiera toserle al líder.

Ciegos por voluntad propia ante toda esta realidad, los defensores del proceso de paz insisten en que el obstáculo para la paz es Israel porque persiste en tomar medidas provocativas tales como planificar la construcción de viviendas para sus ciudadanos, no en Gaza o en Cisjordania, sino dentro de los límites municipales de Jerusalén, una ciudad que Estados Unidos reconoció oficial y legalmente como la capital "indivisible" de Israel hace muchos años ya.

"La historia nos enseña que una Jerusalén dividida lleva a conflictos mientras que una Jerusalén unificada protege los derechos de todas las creencias", según apuntó el congresista Mark Kirk. "Exhorto a esta administración a pasar más tiempo evitando que Irán construya bombas nucleares y menos tiempo preocupándose por la zonificación de Jerusalén. En unos momentos en los que Irán está acelerando su enriquecimiento de uranio, no es momento de condenar a uno de los mejores aliados democráticos de Estados Unidos en Oriente Medio".

Y quizá deberíamos irles diciendo a los líderes palestinos que la exaltación del terrorismo es algo que no ven con buenos ojos ni demócratas ni republicanos por igual. Oír eso sería reconfortante para los israelíes y, sospecho, que para unos cuantos americanos también.

©2010 Scripps Howard News Service
©2010 Traducido por Miryam Lindberg

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