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EDITORIAL

Zapatero no se va a ir por consejo de su mujer

Esperar que Zapatero se va a ir por consejo de su mujer es asegurarse la derrota dentro de dos años, la última que Rajoy puede permitirse al frente del PP por muy búlgaro que saliese el Partido tras el congreso de Valencia. Y Rajoy lo sabe.

Ha tenido que ser la mujer de Luis Bárcenas la encargada de cerrar el sainete político-mediático-judicial del caso Gürtel, el mismo al que Mariano Rajoy no se atrevía a meter mano. Ha hecho falta, eso sí, semana y media durante la cual el presidente del PP ha actuado como suele hacerlo casi siempre que tiene un problema por delante. Lejos de mostrarse implacable con los sospechosos de corrupción, ha esperado pacientemente a que el tema más espinoso – Bárcenas, su hombre de confianza– se solucionase sólo confiándose a la suerte que, esta vez, le ha sido propicia. Después de todo, ya puede presumir en público de que el ex tesorero del PP es un completo extraño dentro del Partido.

Con Bárcenas condenado a las tinieblas exteriores y el resto de implicados en la trama de Correa debidamente alejados de la estructura de mando del PP, a Mariano Rajoy se le van acabando las excusas para ponerse en serio a hacer oposición; labor en la que, a pesar de contar con más de diez millones de votos y 154 escaños, no se ha estrenado, y ya van dos años desde que Zapatero renovase mandato. No es preciso recordar que sus electores le entregaron el voto para eso y que, además, en los seis años que lleva sentado en la bancada de Oposición nunca lo ha tenido tan fácil.

Aparte de la complicada situación económica que no tiene visos de mejorar, a Rajoy se le presenta una oportunidad de oro con la sentencia del Estatuto de Cataluña, cuyo recurso que interpuso en tiempos mejores puede utilizar ahora contra el Gobierno en un momento en que éste se encuentra en una delicadísima posición. El Estatuto de Cataluña pertenece a la época feliz del zapaterismo, cuando las principales preocupación del Gobierno eran la España Plural y la Alianza de Civilizaciones. Hoy, con el agua al cuello e incapaz de cortar la hemorragia económica, los fantasmas del pasado pueden volverse contra él. 

Pero esto, que está a la vista de todo el mundo, podría no tenerlo Rajoy tan claro. Un apuradísimo PSOE ha pedido que el Partido Popular retire el recurso y se acabe así el problema que los propios socialistas crearon promoviendo un Estatuto de Autonomía abiertamente anticonstitucional. Existe la posibilidad de que Rajoy culmine su lucimiento personal de esta legislatura retirando el recurso para congraciarse con Convergencia y Unión, con quienes pretende pactar tan pronto se celebren elecciones en Cataluña. Es una hipótesis especulativa pero perfectamente verosímil.

También lo es que Rajoy recupere la cordura y el pulso que tuvo en la legislatura anterior. Es posible que advierta que el único modo de llegar a la Moncloa es presentando batalla en la Oposición. A José María Aznar le costó dos legislaturas completas de desgaste porque, a veces, la uva, aunque esté muy madura, no termina de caerse y se pudre colgada de la vid. Esperar que Zapatero se vaya a ir por consejo de su mujer es asegurarse la derrota dentro de dos años, la última que Rajoy puede permitirse al frente del PP por muy búlgaro que saliese el Partido tras el congreso de Valencia. Y Rajoy lo sabe. Ahora sólo es necesario que actúe. 

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