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Emilio J. González

¿Estará la clase política a la altura de las circunstancias?

No cabe duda de que con la que ha liado, ZP merece que se le deje solo ante el peligro, pero el peligro es muy grande. Se trata de años y años de miseria en España, de la ruptura de la Unión Monetaria Europea y de una nueva crisis financiera internacional

El Fondo Monetario Internacional acaba de darle a España la lista de tareas a realizar para arreglar nuestra más que maltrecha economía, tareas que no son otra cosa que los deberes que nuestros políticos de todo signo llevan tanto tiempo aplazando, como las reformas del mercado de trabajo, de las pensiones y del sistema financiero. Su puesta en marcha implica la adopción de decisiones duras y difíciles, pero la cuestión no es ésa, sino si la clase política va a estar a la altura del desafío histórico que afronta nuestro país. Porque no se trata tan solo de hacer lo que se debe, sino de impedir que las medidas de ajuste se conviertan en arma arrojadiza en la contienda política, sembrando de esta manera la duda acerca de la calidad, profundidad y continuidad del proceso de saneamiento. Y es que, tal y como están las cosas, hay que convencer a la Unión Europea y a los mercados de que vamos a volver a ser el alumno aventajado de la clase para que no nos echen del euro. En este contexto, lo lógico sería un pacto entre el PSOE y el PP, como el alcanzado por el Gobierno y la oposición en Portugal para llevar a cabo las reformas que se precisan. Por desgracia, aquí, ni uno ni otro están por la labor, al menos por ahora.

A Zapatero parece que le produce alergia tener que sentarse a dialogar y negociar con Rajoy el plan de ajuste. Por lo que ha venido mostrando hasta ahora, prefiere seguir con su política de aislar al PP, pidiéndole que apruebe lo que se ha decidido sin consultarle previamente y señalándole con el dedo acusador de la insolidaridad si se niega, como es lógico, a firmarle al Gobierno un cheque en blanco para que haga con él lo que mejor le parezca. Cree ZP que, de esta forma, puede proyectar una imagen negativa e insolidaria del principal partido de la oposición que rinda a los socialistas buenos réditos electorales. Lo malo de esta estrategia es que el presidente del Gobierno no cuenta en el Parlamento con mayoría absoluta para sacar adelante por sí solo las medidas que proponga o que le impongan. Por el contrario, al carecer del número de escaños suficientes, los socialistas se ven obligados a pactar con otros grupos políticos. En estas circunstancias, lo lógico y saludable sería un pacto de Estado con el PP que abarcara el conjunto de reformas que hay que llevar a cabo. Pero como ZP se niega en rotundo, no tiene más remedio que buscar alianzas entre los nacionalistas, que siempre saben vender sus votos muy caros. Unas alianzas que distan mucho de ser estables, sobre todo por lo que se refiere a CiU, que este otoño afronta elecciones en Cataluña y necesita desmarcarse lo más posible de los socialistas con el fin de maximizar su cosecha de votos. La estabilidad y continuidad que requiere el proceso de ajuste se ve hipotecada, de esta forma, por los intereses y necesidades de los posibles aliados del Gobierno, las cuales van a condicionar el tiempo y la profundidad de las reformas.

En cuanto al PP, éste está en la dinámica de que quien ha provocado todo este lío asuma las consecuencias, sin darse cuenta de que los problemas de fondo, como la viabilidad del sistema de pensiones, la rigidez del mercado de trabajo o la politización de las cajas de ahorros, vienen de mucho más atrás y que cuando estuvieron en el poder tuvieron la ocasión de resolverlos, o, al menos, de avanzar significativamente en su solución y no lo hicieron. Es más, incluso dieron marcha atrás en alguna medida tomada, como fue el caso de esa avanzadilla de reforma laboral que constituyó el famoso ‘decretazo’. Además, si bien es cierto que estamos en la que estamos por culpa de ZP y que éste trata de aislar al PP, también lo es que todo esto ha ocurrido y ocurre porque los ‘populares’, con su estrategia de dejar que el Ejecutivo se hunda por sí mismo, han renunciado a su papel de oposición y a plantear una verdadera alternativa de gobierno, por no hablar de las incoherencia que supone, por ejemplo, hablar de que el Estado tiene que recortar el gasto público cuando Gallardón y Camps lo han disparado en el Ayuntamiento de Madrid y en la Comunidad Valenciana, como si ambas administraciones no fueran parte del conjunto del problema de las finanzas públicas españolas. No cabe duda, tampoco, de que, con la que ha liado, ZP merece que se le deje solo ante el peligro, pero el peligro es muy grande. Se trata de años y años de miseria en España, de la ruptura de la Unión Monetaria Europea y de una nueva crisis financiera internacional si nuestro país cae. Por eso, el Partido Popular Europeo le ha pedido al PP que actúe con responsabilidad y que el jueves, en la votación del decreto de medidas aprobado por el Gobierno, se abstenga en lugar de decir ‘no’, porque en esa votación se juega la credibilidad del ajuste de la economía española y de los planes de la Unión Europea para evitar la ruptura del euro.

Estos son tiempos para hombres con sentido de Estado, no para mediocridades políticas. Socialistas y ‘populares’ deberían ser conscientes de ello y enterrar sus diferencias en nombre del bien común, con Zapatero ofreciendo diálogo y con Rajoy demostrando responsabilidad sin que ello implique el ejercicio de la crítica legítima al Gobierno y de una sana oposición. La cuestión es si uno y otro van a estar a la altura de las circunstancias.

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