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Clemente Polo

Independentistas de salón

Les resulta mucho más rentable al Sr. Pujol y su banda de comisionistas y saqueadores del Palau seguir diseminando falsedades, sembrando insidias, generando desconfianza y propiciando la confrontación para ir minando la credibilidad de las instituciones.

Concluyó la tercera ola general de consultas independentistas en Cataluña con otro sonado fracaso de público. Ni la llamada a rebato de las huestes nacionalistas contra el Tribunal Constitucional en defensa del Estatut durante los meses previos, ni la proximidad de la convocatoria a la festividad de San Jorge de Capadocia, ni los generosos apoyos de todo tipo que prestaron a los organizadores los ayuntamientos donde se celebraron las consultas, ni la movilización de la engañosamente llamada sociedad civil catalana –ese conglomerado de asociaciones, fundaciones y demás instituciones cuya supervivencia depende de las subvenciones de la Generalitat, las diputaciones y los ayuntamientos–, ni las llamadas a la participación y el entusiasmo desplegado por los principales líderes de varios partidos soberanistas e independentistas confesos (CiU, ERC e ICV-EUiA), lograron a duras penas que el 19,6% de los "llamados" acudiera a depositar su "sí, quiero ser independiente" en las urnas. Incluso peores resultados se han obtenido en la última consulta celebrada en Sabadell el 25 de mayo donde, según los organizadores, únicamente participó el 14,05% del censo.

El escaso interés despertado por las tres consultas realizadas (15 de diciembre 2009 y 28 de febrero y 25 de abril de 2010) hasta el momento viene a confirmar algo que ya sabíamos casi todos: solamente una minoría de los ciudadanos catalanes –vistos los resultados de las tres consultas realizadas en los feudos del nacionalismo no creo que supere el 15% del censo electoral– está a favor de la independencia de Cataluña. Que únicamente un 36% de los catalanes respaldara el Estatut, la carta magna de Cataluña a cuyo planteamiento, elaboración y aprobación se habían dedicado en cuerpo y alma todos los políticos catalanes durante casi tres años y de cuya aprobación dependía el bienestar futuro de Cataluña, ya constituyó una patente demostración de que la autonomía, el soberanismo y la independencia les importan un rábano a la mayoría de los ciudadanos catalanes.

Me ha llegado a los oídos el rumor de que la "Comisión Nacional para la consulta sobre la independencia" ha convocado un concurso de ideas con el fin de que los resultados en Barcelona el próximo 10 de abril de 2011 superen el 7,7% de votos favorables alcanzado en Lérida y se acerquen al 20,05% alcanzado en Gerona. He aquí una sugerencia. En lugar de preguntar a los catalanes si "están de acuerdo en que la Nación Catalana pase a ser un estado de derecho independiente, democrático y social, integrado en la Unión Europea" –una propuesta que, entre otras consecuencias indeseables dejaría al Barcelona F.C. fuera de la Liga de Fútbol Española y a sus seguidores algo aburridos viendo competir al equipo de sus amores domingo sí y domingo también contra el Español, el Gimnastic de Tarragona y el Mollerusa–, les propongo que les pregunten si "están de acuerdo en que la comunidad autónoma de Cataluña siga formando parte de España, un Estado democrático y social, miembro de la Unión Europea", –para que el Barcelona pueda seguir disputando la Liga al Madrid, Sevilla o Valencia.

Hay una divergencia creciente entre la preocupación de los catalanes por mejorar su nivel de vida y disfrutar de las oportunidades que ofrece un mundo cada vez más integrado y cosmopolita, y la propensión de los políticos nacionalistas catalanes, más propia del siglo XIX que de una Europa unida de la que dicen querer formar parte con la boca pequeña, a generar conflictos institucionales por las causas más nimias. Si tan seguro está el Honorable Pujol de que los catalanes ya "no pueden esperar nada" del Estado español y "un día se tendrá que hacer un referéndum" de autodeterminación, ¿a qué espera CiU para impulsar una iniciativa parlamentaria con el fin de solicitar al presidente del Gobierno autorización para preguntar a los catalanes en referéndum si quieren que la comunidad autónoma de Cataluña siga formando parte de España?

Naturalmente, si no lo hacen no es por lealtad a la Constitución, sino porque los independentistas de salón de CiU –soberanistas, se autodenominan– saben muy bien que sufrirían una estrepitosa derrota que restaría toda credibilidad a las amenazas de "desafección", "fractura", etc., con las que suelen adobar las exigencias que dirigen a Madrid en nombre del "pueblo" de Cataluña. Les resulta mucho más rentable al Sr. Pujol y su banda de comisionistas y saqueadores del Palau seguir diseminando falsedades, sembrando insidias, generando desconfianza y propiciando la confrontación para ir minando la credibilidad de las instituciones comunes y haciéndolas inefectivas, contando en su empresa con la inconsciente e irresponsable colaboración de los González, Aznar y Rodríguez Zapatero de turno en el Gobierno de España.

Amedeo Hurtado, tras soportar estoicamente las delirantes confidencias del president Companys el 8 de junio de 1934, anotaba con resignada desesperanza en su diario la siguiente reflexión sobre los políticos nacionalistas catalanes de su época:

Cataluña no ha producido, ni por ahora puede producir, ningún otro tipo político que el agitador propenso a la protesta y diestro en aprovechar cualquier motivo de orden sentimental para dar miedo al adversario mientras dure la llamarada. Desde la Liga hasta el sindicalismo, la historia política de Cataluña se ha desarrollado siempre con este mismo patrón y al mismo ritmo. Puede ser que no valga la pena empeñarse en cambiarlo. Pero esta vez parecía que por el hecho de tener el Gobierno de una Cataluña autónoma se había de ir con más cuidado porque la política tradicional ha de traer como consecuencia dar al pueblo la sensación de que la República, a pesar de haber reconocido la autonomía catalana, es tan odiable como la monarquía, y eso además de injusto, puede ser funesto.

Poco ha cambiado en la actitud de los políticos nacionalistas catalanes desde entonces. Basta sustituir en el texto "desde la Liga hasta el sindicalismo" por "desde CiU hasta ERC", "la República" por "el Estado constitucional" y "la monarquía" por "la dictadura franquista" para comprobar la rabiosa actualidad y el carácter premonitorio del retrato de familia que hizo este lúcido nacionalista. Algo habrá que hacer si queremos evitar que el resultado sea también en esta ocasión funesto.

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