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Francisco Capella

La limitación intelectual de Moisés Naím

Moisés Naím también ama irracionalmente ideas muertas y absurdas, y no entiende las ideas acertadas, vivas sólo a duras penas bajo el yugo estatal, de la libertad económica.

Moisés Naím critica acertadamente La necrofilia ideológica, "el amor ciego por ideas muertas", "ideas que ya han sido probadas y han fracasado", "creencias cuya falsedad ha quedado demostrada con evidencias incontrovertibles", como el comunismo con sus millones de muertos, las nacionalizaciones de empresas a cargo de burócratas poco formados o poco honestos, "con trágicas secuelas de atraso, miseria y corrupción", o la oposición a la teoría de la evolución.

Pero dadas sus limitaciones intelectuales, su escaso conocimiento de economía y su deseo de apartarse de cualquier extremo a izquierdas y derechas y parecer razonable y sensato, también critica a los "fundamentalistas del libre mercado".

"Ni siquiera el cataclismo económico que estamos viviendo les hace cuestionar su convicción de que los mercados son eficientes, tienden naturalmente al equilibrio y que, por ello, la intervención de los Gobiernos para estabilizar las economías es innecesaria o contraproducente. O que los bancos pueden autorregularse y no requieren de mayor control estatal".

Para un crítico es de agradecer que un aspirante a intelectual concentre todas sus necedades en poco espacio. Naím muestra rápidamente que no domina ni la teoría económica abstracta ni los hechos históricos concretos de esta crisis financiera.

Los mercados, si se permite su funcionamiento libre, tienden a ajustar, a coordinar oferta y demanda: no son perfectos, no hacen milagros, y los procesos equilibradores pueden ser más o menos largos o intensos. Los ajustes se realizan de forma descentralizada mediante ensayos empresariales, retención de los aciertos y eliminación de los errores, utilizando la información incorporada en los precios y las cantidades intercambiadas, el conocimiento tácito y práctico de los participantes y los incentivos de las ganancias y las pérdidas. Los mercados son eficientes en el sentido de que tienden a optimizar el uso de los recursos (pero sin garantías de éxito) y son mucho mejores que su alternativa, las economías planificadas, centralizadas o intervenidas en las cuales unos pocos tecnócratas sin la información ni los incentivos adecuados dirigen, supervisan o regulan coactivamente a los demás agentes económicos.

Los mercados actuales, especialmente los financieros, no son libres, y es la intervención estatal la causante de los ciclos económicos: existen leyes de curso legal forzoso (el Estado decide qué es dinero y qué no y qué cantidad del mismo es adecuada) que dañan gravemente la institución social fundamental que es el dinero; uno de los precios más importantes, el tipo de interés, que coordina intertemporalmente la producción y el consumo, está determinado por los bancos centrales, no surge libremente de la interacción entre oferta y demanda de fondos prestables; algunos agentes privilegiados (como los bancos) tienen garantías explícitas o implícitas de salvamento, por lo cual tenderán a asumir riesgos excesivos porque podrán privatizar las ganancias y socializar las pérdidas; los supervisores establecen reglas obligatorias de conductas presuntamente prudentes que una y otra vez se demuestran inadecuadas (porque el derecho no es una auténtica institución competitiva sino que se transforma en legislación intervencionista ilegítima y disfuncional); los fondos de garantía de depósitos atontan a los depositantes, quienes no ejercen su responsabilidad de control y disciplina de los bancos; cuando llega la crisis casi nadie asume responsablemente sus pérdidas, casi todos claman para ser rescatados por los gobiernos a costa de todos los demás.

Así que mucho hablar de verdad y falsedad, de pruebas y evidencias incontrovertibles, pero en realidad su ignorancia es evidente: Moisés Naím también ama irracionalmente ideas muertas y absurdas, y no entiende las ideas acertadas, vivas sólo a duras penas bajo el yugo estatal, de la libertad económica.

En Libre Mercado

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