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Carmelo Jordá

Libranda: un pasito palante, un pasito patrás

A finales de año se espera que el catálogo se extienda a entre ocho y diez mil títulos, que pueden parecer muchos... si no los comparamos con los más de 410.000 que ya ofrece Amazon. Y es que algunas comparaciones son verdaderamente odiosas...

Las principales editoriales y las más rutilantes librerías de España se deciden por fin a vendernos libros electrónicos y lo hacen a través de Libranda, una plataforma logística abierta a todos los que, de uno u otro lado, quieran participar.

Claro que si ustedes están esperando con ansia la oportunidad de comprar libros electrónicos tendrán que aguantar (todavía) un poco más: eso sólo llegará, y en versión beta, dentro de un mes aproximadamente. Las cosas de palacio ya se sabe...

Pero mientras tanto en un acto al que se le quiso dar un matiz fuertemente institucional (había altos representantes de las siete editoriales que son accionistas del proyecto) se nos presentaron algunas de las líneas maestras del proyecto, líneas sobre la que es posible e incluso preceptivo hacer un primer análisis.

Empezaremos por alguno de los aspectos positivos: en primer lugar su propia existencia, aunque nos parezca un tanto tardía que por fin los grandes de la edición en nuestro país se decidan a lanzarse a la arena del libro electrónico, más que nada porque no nos gustaría que un sector como este se haga un seppuku colectivo como el que lleva años haciéndose el mundo de la música.

Así, que sean los más grandes los que se pongan a la tarea nos parece algo interesante y positivo y también lo es que lo hagan con una plataforma abierta a todo el que quiera incorporarse a ella, tanto del lado de los editores como el de los libreros y sin peticiones de exclusividad a unos u otros. Es decir, en principio no parece un intento por copar el mercado de empresas que tienen la fuerza para, al menos intentarlo.

En este sentido, también me parece oportuno la libertad que Libranda da a sus asociados y participantes de establecer las estrategias comerciales que estimen más oportunas en cuestiones como lanzamientos y precios, así como el ánimo de casi todos los representantes de editoriales presentes de trabajar, al menos en principio y salvo excepciones concretas, con precios más económicos (habrá que ver cuánto más, nadie se atrevió a hablar de porcentajes claros) y de lanzar las ediciones digitales al mismo tiempo que las analógicas.

Un aspecto que puede ser considerado tanto positivo como negativo según el color del cristal con que se mire es la voluntad de mantener prácticamente todos los actores que actualmente intervienen en el mercado, desde el inicio de la cadena, el escritor, hasta su final el lector. Desde luego no parece el mejor modo de afrontar un cambio tecnológico radical en el sector y todo lo que puede conllevar, pero tampoco creo que las grandes instituciones del ramo sean los llamados a liderar las innovaciones revolucionarias, para eso ya hay (o habrá, esperemos) otro tipo de empresas más pequeñas, más inquietas y con menor pegada pero más agilidad.

Por último, algunas cosas que no nos acaban de convencer: en primer lugar, lo raquítico del catálogo de sólo unos 2.000 títulos en el lanzamiento: por mucho que nos razonen que el 48% de las ventas anuales de títulos lo logran sólo 5.000 títulos, precisamente es en el otro 52% donde pueden presentarse oportunidades quizá más pensadas para los lectores que ya tienen reproductores de libros electrónicos y que, bien por su perfil de grandes lectores, bien por su condición de tecnófilos (o, por qué no, por ambas razones) tampoco parece que vayan a llenar sus tarjetas con las obras completas de Carlos Ruiz Zafón y Dan Brown.

A finales de año se espera que el catálogo se extienda a entre ocho y diez mil títulos, que pueden parecer muchos... si no los comparamos con los más de 410.000 que ya ofrece Amazon. Y es que algunas comparaciones son verdaderamente odiosas...

Otro error, si bien este más esperado, es la protección con DRM de las copias vendidas. Sí, ya sé que eso de la piratería es muy terrible y una amenaza y tal y tal, pero sigo sin estar convencido de que ese sea el camino para solucionarlo: al final seguirá siendo muy fácil encontrar en la red los mismos libros y sin DRM ni nada, es decir, como productos de mayor calidad. Dicho esto, también hay que reseñar que las seis copias en PC y otras tantas en dispositivos de lectura tampoco son la más dura y salvaje de las restricciones.

En definitiva, una iniciativa que estamos esperando desde hace mucho y que, sin llegar a decepcionarnos, tampoco acaba de ilusionarnos. Veremos que sensación tenemos cuando se levante el telón, de una vez.

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