Menú
Jorge Vilches

La huelga inútil

Una huelga general planteada sin objetivos concretos ni visos de éxito es un acto inútil. En realidad, la decisión sindical tiene todo el aspecto de un voto de confianza a Zapatero.

Uno de los lugares comunes más lamentables de los últimos tiempos es el que se ha puesto en boca de esa izquierda que no se podía creer que la crisis pudiera llegar hasta aquí. Se trata de lo siguiente: resulta que la crítica a la tardanza del Gobierno de Zapatero a hacer algo, cualquier cosa, para impedir el desplome global español, se debe simplemente a que se quieren "arañar unos votos". De esta manera, se ha pasado de ser "antipatriota" cuando se alertaba de la caída en picado, a ser un "electoralista" por decir: "te avisé". El caso es no asumir nunca la responsabilidad, en ese afán infantil de achacar a la derecha todos los males, incluidos los propios.

En esta situación están los sindicatos "de clase", UGT y CCOO, atrapados entre la pésima imagen pública que tienen, y la imposibilidad político-genética de criticar a un gobierno de izquierdas. La solución es de las más tristes e inútiles que podían plantearse, consistente en convocar una huelga general contra una decisión gubernamental, pero en la que se piensa criticar, no al Ejecutivo, sino "al capital", a los empresarios, los banqueros, los ricos, la derecha y sus "medios afines".

Este planteamiento sindical es un callejón sin salida. Tras anunciar su "desencuentro radical" con el Gobierno, únicamente piden un cese ministerial, pero nunca, como dijo Toxo, "cambiar la situación política del país". El diario Público, ayudando siempre, apuntó a que la señalada es Elena Salgado.

Y claro, si el decreto, tal y como dicen los sindicatos, "lesiona intereses laborales muy importantes", y va a "provocar un mayor crecimiento del paro" así como del "empleo precario y de bajísima calidad", ¿por qué los sindicatos, cuya razón de ser es la defensa de los trabajadores, siguen apoyando a este Gobierno?

La huelga general, en consecuencia, ha sido convocada para dar mediana satisfacción a los sectores radicales de los sindicatos, al tiempo que mantienen su apoyo a Zapatero, cuya política ha provocado la convocatoria. De esta manera, la decisión de fijar la huelga para el 29 de septiembre no es más que un engaño, enmascarado en una huelga de carácter europeo contra "el capital", y que será un auténtico fracaso. ¿Quién va a dejar de cobrar ese día, en plena crisis, para montar una pantomima de protesta?

Una huelga general planteada sin objetivos concretos ni visos de éxito es un acto inútil. En realidad, la decisión sindical tiene todo el aspecto de un voto de confianza a Zapatero, que es el verdadero y constitucional responsable de todo lo que hace el Ejecutivo, y de configurar la pose final de unos actores sociales desprestigiados.

En España

    0
    comentarios