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Domingo García

Combatiendo la crisis

La receta racional es identificar la situación y revisar sus premisas. Los causantes de los desequilibrios económicos no han sido especuladores ni hombres de negocios, sino la creciente intervención estatal a escala mundial.

Le ha tocado a España. Ayer fue la degradación de la deuda. Hoy es la caída de la bolsa. Mañana será la violencia social. Nuestros políticos no ven cómo salir de la crisis porque no saben dónde mirar. O, más exactamente, no quieren mirar, porque si mirasen y actuasen en consecuencia, se les acabaría el cuento.

Parece una película de terror. Son millones de rehenes de una horrible crisis financiera y social, un monstruo que sigue su marcha destructiva, amenazando un desastre económico de proporciones inimaginables. Increíblemente, nadie sabe realmente cómo y por qué estamos en esta situación, y menos aún cómo salir de ella

Los que pretenden saberlo –los políticos– se dedican a dar palos de ciego, jugando a controlar la economía manipulando impuestos, subsidios, favores y decretos, rezando para que sus previsiones optimistas se hagan realidad algún día; están reorganizando las sillas en la cubierta del Titanic.

Para salir de la crisis hay que empezar por entender sus causas. Felizmente, hay voces denunciando correctamente y sin miedo su causa más próxima: el socialismo, el llamado "Estado del Bienestar", o sea, la institución del robo legalizado por parte del gobierno, la intromisión del Estado en la economía, creando desajustes y las consecuentes recesiones.

Pero hay otra cuestión más profunda: ¿Por qué permitimos el socialismo? ¿Cómo justificamos un sistema social que le otorga poder al Estado para restringir las libertades individuales y conduce a tal desastre económico? Y aquí la economía no tiene respuesta; hay que recurrir a la filosofía. Dice Ayn Rand, la filósofa más influyente del siglo XX y autora de La Rebelión de Atlas y El Manantial: "La economía es valiosísima como complemento a la filosofía; pero, igual que un cuerpo sin mente, es inútil e imposible si está desgajada de la filosofía".

El problema del mundo hoy no es sino moral. La causa próxima que desató la crisis fueron las intervenciones gubernamentales en todo el mundo (la chispa vino del Federal Reserve en USA), pero esas intervenciones son posibles a su vez porque el mundo ha aceptado una moralidad destructiva: la moralidad del altruismo, el precepto que el hombre no tiene derecho a vivir por sí mismo sino que ha de sacrificarse por otros, por el "bien común"; que tú eres el guardián de tu hermano y que es el papel del Estado asegurar que vas a contribuir tu parte, quitándote tus bienes y tu libertad cuando le parezca apropiado, y por la fuerza.

Todo sistema social ha de ser definido y evaluado en referencia a una filosofía específica. Una filosofía basada en el misticismo y el altruismo nos lleva al socialismo, al colectivismo y a los desastres que estamos viviendo hoy. Una filosofía basada en la razón y el individualismo nos lleva al capitalismo, al sistema basado en los derechos individuales, al libre comercio y al progreso.

Pero, ¿qué hacemos ahora? ¿Cómo enfrentamos esta situación, antes de que nos lleve definitivamente a la quiebra?

Ayn Rand, al comienzo de su libro Para el Nuevo Intelectual escribió: "Cuando un hombre, una empresa o una sociedad entera están próximos a la quiebra, hay dos caminos que los participantes pueden seguir: pueden evadir la realidad de su situación y actuar de forma ciega y frenética, considerando sólo la urgencia del momento –sin atreverse a mirar hacia adelante, deseando que nadie nombre la verdad pero contando desesperadamente con que algo, de alguna manera, les salve– o pueden identificar la situación, revisar sus premisas, descubrir sus activos ocultos, y empezar a reconstruir".

  

La receta racional es identificar la situación y revisar sus premisas. Los causantes de los desequilibrios económicos no han sido especuladores ni hombres de negocios, sino la creciente intervención estatal a escala mundial; los artificialmente bajos tipos de interés, las políticas populistas de crédito y empleo, el arbitrario y desmesurado gasto público. Reconozcamos que el Estado no produce nada y que cuando intenta hacer que la gente produzca por decreto es como tratar, con amenazas, de que llueva.

Tenemos que reconocer que el paternalismo estatal es injusto, que cada individuo es un fin en sí mismo, no un medio para los fines de otros; que la "necesidad" no confiere derechos a quien la tiene ni obligaciones a los demás; que el papel del gobierno no es iniciar la fuerza contra ciudadanos indefensos, sino proteger los derechos individuales.

La reconstrucción consiste en reducir impuestos, eliminar las trabas al comercio y a la industria, disminuir drásticamente el gasto público y acabar con los subsidios

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