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Guillermo Domínguez

Muito obrigado, Queiroz

Aunque ni mucho menos quiero quitarle mérito a Del Bosque, cuyo equipo parece que va espabilando y aprendiendo al fin a competir, creo que una de las claves del partido estuvo en el errático planteamiento de Queiroz.

"Os espanhóis, os burros brancos e os perros de caça, sao tudos da mesma raça". Creo que no es necesaria la traducción. Este "simpático" refrán portugués deja a las claras cómo nos perciben en el país vecino –aunque tampoco se puede generalizar–, especialmente en Lisboa y sus alrededores, donde no quieren ver a España y todo lo que le represente ni en pintura. "De Espanha, nem bom vento nem bom casamento", reza otro histórico proverbio de Portugal, donde el miedo a los Austrias, primero, y los Borbones, después, derivó en la necesidad de tender una mano a Inglaterra frente al imperialismo español.

Negros de envidia estarán en Portugal viendo el juego desplegado por su equipo nacional, tercero del ránking FIFA, y el español, segundo sólo por detrás de Brasil, en este duelo de octavos de final del Mundial. ¡Qué quieren que les diga! Hay todo un abismo en el fútbol de unos y otros, aunque la clasificación no lo refleje así. Por mucho jugador habilidoso que haya en sus filas o por muchos 19 partidos oficiales seguidos que hayan estado sin perder –hasta la fecha–, la selección portuguesa es un equipo de segunda fila que raya en la mediocridad. O al menos eso ha demostrado en el campeonato si exceptuamos el encuentro frente a Corea del Norte. Y el máximo culpable de esa mezquindad se llama Carlos Queiroz, un técnico de medio pelo que no ha sabido exprimir al máximo el jugo de Cristiano Ronaldo, un auténtico fenómeno en el Real Madrid, una bestia del balompié. ¡Cuánto talento desaprovechado!

Parecía, en cualquier caso, que el preparador de Nampula le iba ganando la batalla táctica a Vicente del Bosque en el Green Point de Ciudad del Cabo, al menos por lo visto en una primera mitad en la que España cayó en la tela de araña tejida por Queiroz, con un definido 4-5-1. Los campeones de Europa tocaban y tocaban, pero no había ni velocidad ni desmarque, dos elementos que marcan las diferencias en el fútbol actual. Diego Maradona, viendo el percal desde el cuartel general de Argentina, se iba cargando de razón: "Con las porterías de costado, España ganaría 10-1".

Pero a Del Bosque se le encendió la luz –esperemos que sí sirva de precedente– y a la hora de partido decidió dar entrada a Fernando Llorente por su tocayo Torres, quien anduvo más perdido que turco en la neblina –el Niño, claro está, no es extremo derecho–. Una sensata decisión de Míster Cámara Lenta que dio bríos renovados a España y, de paso, permitió a Iniesta tener más libertad de movimientos. Fue el punto de inflexión que cambió el guión del encuentro: la selección llegó con mucho más peligro al área rival y, pocos minutos después, el golazo de David Villa acabó con la imbatibilidad de Eduardo en este Mundial. Queiroz se quedó entonces sin argumentos.

Sigue sin entrarme en la mollera que el seleccionador luso se aferrase como un clavo ardiendo a su idea de jugar con dos mediocentros defensivos con el 1-0 en contra, cuando lo que tenía que haber hecho es poner toda la carne en el asador; es decir, morir matando. En fin, mejor para nosotros. Pero el ex entrenador del Real Madrid, como brillantemente había expuesto Víctor Orta en las horas previas al partido, se empecina en defender a toda costa y luego, si le sonríe la Divina Providencia, ampararse en algún ramalazo suelto de un Cristiano Ronaldo que, afortunadamente, esta vez no rascó bola.

Aunque ni mucho menos quiero quitarle mérito a Del Bosque, cuyo equipo parece que va espabilando y aprendiendo al fin a competir, creo que una de las claves del partido estuvo en el errático planteamiento de Queiroz. El ex entrenador madridista debe entonar el mea culpa y asumir que es el principal responsable de la eliminación de una seleçao a la que Luiz Felipe Scolari condujo a semifinales en Alemania 2006. ¡Gracias, Carlinhos! Muito obrigado.

¡Ah, se me olvidaba! Menos mal que me equivoqué en mi artículo anterior, "Blatterato", y no hubo encerrona en Ciudad del Cabo. El árbitro Héctor Baldassi rayó a un nivel aceptable e incluso echó un cable en los últimos minutos a España al expulsar a Ricardo Costa por un supuesto codazo a Capdevila cuando, eso sí, ya estaba todo el pescado vendido. Pero seguiré ojo avizor porque, a buen seguro, habrá algún colegiado que deje su impronta en uno o más de los ocho partidos que restan. Al tiempo...

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