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Pío Moa

Importancia de la nación

Cuando vemos a políticos y leguleyos diciendo que el término "nación" es lo de menos, que carece de importancia práctica, o son verdaderos cretinos o están haciendo el juego conscientemente al separatismo.

¿Por qué muestran los separatistas tan obstinado empeño en adjudicar a ciertas regiones el término "nación"? No por un tonto capricho de prestigio, sino porque ahí está la base de todo su programa. Desde el final del Antiguo Régimen se considera que la soberanía la ostenta la nación, o sea el pueblo, que en este sentido son términos sinónimos. Si consideramos que la nación es España, como prueba la historia, entonces Cataluña, Vascongadas, Galicia, Andalucía, Canarias, etc., son regiones, y todas ellas independientes y soberanas en tanto que partes de España, es decir, que comparten la independencia y soberanía españolas. Pero si las consideramos naciones, entonces no son independientes, sino que se hallan sometidas, de mejor o peor grado, a un yugo externo. A partir de ahí, todas las reivindicaciones son posibles, dentro de un ataque general y persistente contra la unidad de España, cuya historia se presenta de forma absolutamente negativa. En tal caso la nación española tiende a diluirse o limitarse a algunas regiones particulares.

Hace unos días, al discutir en VEO7 el fallo (¡y tan fallo!) del Tribunal dizque Constitucional, llamé la atención sobre este punto absolutamente clave, porque todo lo que está sucediendo no es sino consecuencia de la invención de una nación catalana por parte de unos políticos cuya calificación más precisa es la de corruptos, y con el apoyo de otros no menos corruptos en el resto de España, empezando por los políticos, que no jueces, del Tribunal mencionado. Y subrayé el alcance político y jurídico del término para evitar que la discusión girase en torno a divagaciones e interpretaciones de leguleyos. El Tribunal, anticonstitucional y antiespañol, se retrató al negar valor jurídico al término "nación" que figura en el preámbulo del estatuto, cuando se trata del núcleo y el espíritu de todo el estatuto, que no es ya de autonomía, sino de estado libre asociado. El preámbulo no es asunto secundario, pues marca la orientación general y el espíritu de los artículos concretos, totalmente impregnados inequívoca y a menudo textualmente, de ese espíritu "nacional", es decir, antiespañol. Evidentemente, cuando vemos a políticos y leguleyos diciendo que el término "nación" es lo de menos, que carece de importancia práctica, o son verdaderos cretinos o están haciendo el juego conscientemente al separatismo.

En realidad, los secesionistas, aunque tenaces y constantes, son pocos y se enfrentan a la inercia histórica y al sentimiento que sigue siendo mayoritario en Cataluña y demás regiones, como vemos por el fracaso de sus parodias de referendos secesionistas o en el del propio estatuto, votado afirmativamente por poco más del 35% de los catalanes. Fracasan, pero consiguen otro objetivo: desafiar impunemente la ley y la Constitución y demostrar que allí son ellos los que mandan, guste o no guste a la gente, porque carecen de oposición mínimamente articulada.

El problema de España, hoy, no es otro que el de la ausencia de una verdadera oposición, una alternativa clara y convincente que dé cauce al profundo descontento de millones de personas con una clase política corrompida hasta el tuétano, una verdadera chusma. Porque argumentos y hechos para defender la nación española frente a los falsarios y balcanizantes sobran y son conocidos, aunque ningún líder ni partido político los utilice hoy por hoy.

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