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Orlando Zapata Tamayo

Orlando Zapata Tamayo murió, pero no en vano. Él fue el causante, junto con Guillermo Fariñas –hoy heredero voluntario de su sufrimiento–, de la mejora de la situación de cincuenta y dos de sus antiguos compañeros.

Orlando Zapata Tamayo fue detenido en el año 2003, con otros setenta y cuatro disidentes, en una de las múltiples olas de represión desplegadas por la dictadura castrista.

Orlando Zapata Tamayo murió en febrero de 2010 por la huelga de hambre con la que presionó a la tiranía comunista de la isla.

Orlando Zapata Tamayo, al morir, provocó la compasión de otro valiente, Guillermo Fariñas, que estuvo más de cuatro meses sin comer, intentando lograr la liberación de los más de doscientos encarcelados por opinar en contra de la bestial opresión de los jerarcas de Cuba.

Orlando Zapata Tamayo, muriendo como mártir por la libertad de sus compañeros, generó una situación de incomodidad a los dictadores, al extenderse la idea en el mundo de la verdad de un régimen dirigido por criminales.

Orlando Zapata Tamayo, sacrificándose por la justicia, causó, pues, una conmoción internacional contra las ilegítimas autoridades castristas.

Orlando Zapata Tamayo es, por tanto, junto con el audaz Guillermo Fariñas, el único responsable de la presunta liberación –en realidad simple cambio de pena de prisión por la de exilio– de 52 de los disidentes cubanos. Quedan 167. La Iglesia cubana, sí, ha mediado para proporcionar una vía de escape ante la opinión pública a Raúl Castro y sus secuaces, pero quien jamás puede reclamar para sí la levísima mejora de la situación es el ministro español de Exteriores, ni su política de legitimación de la dictadura castrista.

Orlando Zapata Tamayo consiguió con su muerte aligerar la carga de sus compañeros de cárcel. Mientras, Moratinos y ZP pretendían arrebatarles la dignidad de la lucha contra la opresión, al intentar derogar la posición común de la UE. Su fracaso durante la presidencia española de la Unión demostró la inutilidad de la política exterior de una nación venida a menos. La posición común, que vincula la mejora del trato con la dictadura a la evolución de los derechos humanos en la isla, es la auténtica bestia negra de Moratinos que sigue queriendo darle la vuelta multiplicando –primero– los contactos, y lo que llama "diálogo", con aquellos que dejaron morir a Orlando Zapata Tamayo, para que –luego, si acaso– mejoren los derechos humanos. Pero sólo la muerte de Orlando Zapata Tamayo, y la presión, que siempre intentó aliviar el gobierno español, contra los tiranos caribeños, ha logrado debilitar su actitud brutal.

Orlando Zapata Tamayo murió, pero no en vano. Él fue el causante, junto con Guillermo Fariñas –hoy heredero voluntario de su sufrimiento–, de la mejora de la situación de cincuenta y dos de sus antiguos compañeros. Que otros en España intenten ahora colocarse los laureles, despojarle de su condición de héroe martirizado de esta historia, y sacar un rendimiento político –para sí y los dictadores– sólo puede producir asco, aunque poca sorpresa.

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