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Eva Miquel Subías

Lágrimas negras

No sé la de años que hace que voy leyendo que puede iniciarse una transición política y que la llegada de la democracia está al caer acompañada siempre de obituarios políticos dedicados a Fidel. Demasiado tiempo.

Y de repente llegó él. Miguel Ángel Moratinos aterrizó en la isla acompañado de sus "objetivos que merecen la pena", una sonrisa y mucha voluntad. Veamos.

El ministro de Asuntos Exteriores de España se ha estado reuniendo con su homólogo cubano Bruno Rodríguez y con el arzobispo de La Habana, el cardenal Jaime Ortega, quien sigue al frente de las negociaciones con las autoridades castristas con el fin de lograr poco a poco la liberación de los presos políticos.

El Gobierno español anda empeñado en que la Unión Europea cambie la denominada Posición Común con respecto a Cuba mantenida desde 1996 mientras no se produzcan cambios significativos en lo referente a Derechos Humanos y avances democráticos, cuyo significado demuestran de manera reiterada todavía desconocer. O simplemente se lo pasan por el forro de sus militares uniformes cuyos colores sientan tan bien al famoso mozalbete Eliansito, reconvertido ahora en el principal icono del Régimen.

Andan empeñados también en demostrar al mundo entero sus grandes cualidades en materia de diálogo se refiere, algo que les pone sobremanera llenando sus bocas una y otra vez de palabras como tolerancia, debate, humanidad, justamente la principal escasez de la que gozan los cubanos gracias a los Castro Brothers, que tantas simpatías despiertan en el actual Gobierno español.

Y como anda nuestro embajador de embajadores sobradito de sensibilidad y compasión, ha decidido no ir a visitar a quien se encuentra desde hace 134 días en huelga de hambre internado en el hospital de Santa Clara, en contundente petición de la excarcelación de 25 disidentes reclusos que se hallan enfermos.

Pero el anuncio de la Iglesia católica de Cuba de la liberación de 52 de los 75 presos políticos del denominado "Grupo de los 75", condenado en la "Primavera Negra" de 2003, ha llegado justo en el momento en que se atusaba el cabello para la foto.

Todo ello a pesar de que el coágulo en la yugular de Guillermo Fariñas, que podría apuntar a un trágico desenlace como el de Orlando Zapata el pasado mes de febrero no le pareció motivo suficiente para una visita rápida ausente de té y pastelitos. Espléndido ejemplo para definir conceptos tales como mezquindad o ruindad.

Ismeli Iglesias, el médico disidente que está siguiendo la evolución de Fariñas ha apuntado que podría éste empezar a beber agua, una vez sean liberados los cinco primeros. Buena noticia, pues.

Y no estaría de más que los progresistas oficiales empezaran a tomar buena nota y salieran de detrás de sus obsoletas pancartas a modo de guarida, les pasaran un trapito para quitarles el polvo y el moho y dejen de aplaudir los grandes logros de una dictadura donde la ausencia de derechos y libertades individuales e instituciones democráticas es la principal bandera en la isla desde hace más de cincuenta años.

No sé la de años que hace que voy leyendo que puede iniciarse una transición política y que la llegada de la democracia está al caer acompañada siempre de obituarios políticos dedicados a Fidel. Demasiado tiempo. A mi amigo Andy le han salido canas esperando en Miami. Pero él es uno de los afortunados aunque su felicidad en la Florida no haya mermado un ápice su voluntad y su permanente lucha en pro de una Cuba libre.

Creo que fue el cubano Miguel Matamoros quien compuso allá por los años treinta el glorioso tema Lágrimas Negras y cuya versión de Diego el Cigala con Bebo Valdés acariciando con verdadero arte el piano me sigue poniendo la piel de gallina cada vez que la escucho, con cierta frecuencia, por cierto.

Y probablemente la escuchen las familias de los que luchan día a día y las de los que se quedaron por el camino, quienes recuerden con música "su llanto, dejado en el abandono y muertas sus ilusiones tiene lágrimas negras, como su vida". Quizás Moratinos debería incorporarla a su iPod. Quizás la música sea más eficaz para aumentar su sensibilidad que sus tiernos recuerdos de juventud escondido tras un ya muy arrugado cartel. Porque esto no ha hecho más que empezar.

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