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Ignacio Moncada

Los Tercios de España

El mensaje es que juntos podemos llegar a donde queramos. Hay que buscar la excelencia con optimismo, y abandonar esta obsesión por la mediocridad y el enfrentamiento que nos impide progresar.

La Gran Final trazaba paralelismos con episodios dramáticos de nuestro pasado. No es la primera vez que mientras España se consume en una feroz crisis económica a manos de torpes políticos, un grupo de valerosos guerreros se baten contra el luterano por la gloria, allende sus fronteras. Antaño fue en Flandes, hoy en Sudáfrica; siglos atrás la gloria se alcanzaba en la guerra, y en nuestros días las batallas se libran en un campo de fútbol. En ambos casos nuestros héroes han representado lo contrario a nuestros gobernantes, a nuestra sociedad. En el siglo XVII se ignoró el ejemplo de los soldados que nos defendían con pasión, permitiendo el desmoronamiento de un imperio que nació quebrado, podrido por dentro. Pero en esta ocasión estamos a tiempo de aplicar la enseñanza que los Tercios de hoy, los soldados del balón, nos han brindado.

Yo soy del Real Madrid. Es de las pocas filias que procuro seguir con fanatismo, con la ceguera de quien nunca ha admitido un penalti en el área propia. Pero durante uno de los partidos clave del Mundial me sorprendí en un bar del casco viejo de San Sebastián rodeado de vascos tintados de rojo y gualda, jaleando afónico a jugadores del Barcelona que se estaban partiendo la cara por España. Esto puede cambiar el país, me dije.

Mucha gente opina que el fútbol es el pan y circo de hoy, la cortina de humo permanente que nos distrae mientras la economía se derrumba. Puede que tengan razón. Pero creo que la Selección, y el deporte en general, es de lo poco que nos queda. No sólo ha hecho olvidar, aunque sea de forma transitoria, el sufrimiento de mucha gente que no encuentra trabajo, que ve cómo no puede dar a su familia lo que se merece. Además nos muestra a los ciudadanos que hay otro camino alternativo al cainismo fraticida en el que llevamos mucho tiempo instalados.

El mensaje es que juntos podemos llegar a donde queramos. Hay que buscar la excelencia con optimismo, y abandonar esta obsesión por la mediocridad y el enfrentamiento que nos impide progresar. Tenemos que aprender de estos nuevos Tercios de España que nos han traído la gloria mediante el esfuerzo, el sacrificio y el coraje. Espero que el Mundial no quede en más que en una anécdota. Lo importante es que en nuestro día a día podamos seguir siendo un equipo que pelee unido por alcanzar la misma meta. Que podamos denominarla "la Roja" o la "Selección Nacional" sin meternos en camisas de once varas. Y es que el verdadero orgullo español tiene que ser una combinación del arte andaluz, la fuerza vasca, la casta madrileña, la sobriedad manchega, la alegría canaria y la ambición catalana. Sólo así podremos, como nuestros Tercios nuevos, ser los mejores.

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