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José García Domínguez

Tonto es el que hace tonterías

A estas horas la única Yugoslavia que aún resta en pie en la vieja Europa se llama España. ¿A qué vendrán, entonces, todas esas lágrimas de cocodrilo por mor de la independencia de Kosovo?

Como gustaba repetir Lord Palmerston a propósito del Reino Unido, los países no tienen amigos permanentes sino intereses permanentes. Aunque quizá le faltó apostillar que algunos, para compensar, procuran dotarse de un muy variado surtido de bobos transversales. He ahí, sin ir más lejos, el ecuménico entusiasmo que, en España, despertó la destrucción de Yugoslavia misiles de la OTAN mediante. Recuérdese la soberbia lucidez estratégica que entonces demostraron derecha e izquierda, cuando el compañero Javier Solana proclamó a bombazos el inalienable derecho a la autodeterminación de los pirómanos que pugnaban por arrasar lo poco que quedaba en pie de la razón ilustrada en los Balcanes.

Instinto de conservación dicen que se llama la figura. Al punto de que hasta el culiparlante Zapatero se olvidó de su cantinela favorita, la cargante matraca de las guerras ilegales que no explotan con la sagrada bendición del Consejo de Seguridad de la ONU.Y es que, por lo visto, a los cráneos privilegiados de Génova y Férraz les urgía echar una mano a sus sepultureros. Procedía, pues, destruir un Estado soberano con tal de sentar el necesario precedente que en su día nos permita suicidarnos con todas las de la ley. Tal que así, a estas horas la única Yugoslavia que aún resta en pie en la vieja Europa se llama España. ¿A qué vendrán, entonces, todas esas lágrimas de cocodrilo por mor de la independencia de Kosovo?

Una banda de criminales de guerra y delincuentes comunes, la UCHK, en un paréntesis de lo que se antoja su actividad principal, los asaltos a viviendas en la costa malagueña, dio en proclamar independiente su guarida. Una asonada que, por cierto, consumaron merced a la connivencia pasiva del Ejército español, por entonces invasor de esa provincia serbia. Y las delicadas plañideras de Occidente, con tal de quitarse de encima el muerto, ahora optan por mirar hacia otro lado. Igual que ocurriera, por cierto, cuando sus pares, los carniceros ustachi, emprendieron la limpieza étnica en Croacia mientras los tartufos de Unión Europea callaban como muertos. ¿A qué, insisto, tanto llanto? Si deberían estar saltando de alegría. ¿O acaso las alegres tropas de la ceguera histórica no han alcanzado, por fin, sus últimos objetivos? Oh, cuánta razón llevaba el gran Forrest Gump: "Tonto es el que hace tonterías".

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