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EDITORIAL

Un éxito para ETA y para Zapatero

Si la primera negociación nos hizo perder 6 años y 12 vidas, nada nos indica que los efectos de una segunda vayan a ser distintos. Por eso, llegado el momento, habrá que combatirla con las mismas armas que aquélla: la rebelión cívica.

Cualquier observador externo de la situación española medianamente objetivo debería llegar de inmediato a la conclusión de que el mal llamado "proceso de paz" con ETA fue un rotundo fracaso para toda la sociedad española con excepción de la propia banda terrorista. En unos momentos en los que los asesinos estaban acorralados, asediados y deslegitimados desde todos los ámbitos, el Gobierno socialista de Zapatero les proporcionó una respiración asistida de urgencia que, al final, logró reanimarlos para hacer lo único que una banda terrorista desea hacer: matar.

El atentado de la T4 el 30 de diciembre de 2006 supuso el inicio de una nueva escalada criminal: desde entonces, ETA ha añadido 12 muertos más a su tenebroso balance de asesinatos, el último hace apenas cuatro meses en suelo francés. En España, sin embargo, la banda no ha sido capaz de perpetrar un atentado con víctimas mortales desde agosto de 2009, en buena medida debido a una intensa presión policial que desde el fin de la nefasta paz sucia se ha reforzado hasta reducir a la banda a una posición de debilidad similar a la de 2004. En otras palabras, el balón de oxígeno que Zapatero lanzó a ETA nos ha hecho perder seis años de lucha antiterrorista y, lo que es peor, 12 vidas humanas.

Como decíamos, sería de desear que el PSOE hubiese aprendido la lección y que nunca más volviera a las andadas. De hecho, así lo reafirmaron destacados dirigentes del partido cuando hace unos meses Jaime Mayor Oreja denunció que los socialistas habían retomado las negociaciones con la banda. El problema es que tratándose del partido más mentiroso de nuestra historia, sus palabras no resultan demasiado creíbles. Si no teníamos ya razones suficientes para dudar del propósito de enmienda del PSOE con hechos como el mantenimiento de la resolución parlamentaria que autoriza a negociar con ETA, la no disolución de los ayuntamientos gobernados por ANV, la obstrucción a la investigación del oscuro caso del chivatazo del Bar Faisán, la no destitución del presidente del PSE, Jesús Eguiguren, tras apostar por una nueva negociación con ETA y el trato de favor concedido a diversos miembros de la banda (Josu Ternera, Rafael Díez Usabiaga, Arnaldo Otegi o Iñaki de Rentería), ayer el presidente del Gobierno se encargó de dejarlo bien claro: no sólo no se arrepiente de haber negociado con ETA, sino que lo considera un éxito.

"El proceso de paz sembró una solución definitiva", afirmó en una entrevista a un periódico afín. Parece, pues, que se va abonando el terreno para una nueva negociación que, otra vez, permita a ETA remontar el vuelo en unos momentos de extrema necesidad. Los terroristas desde luego lo tienen claro: sus años de terror se están traduciendo en réditos políticos. Aquello que no podíamos permitir de ningún modo –que los terroristas no perdieran toda esperanza de lograr alguna contrapartida política a golpe de bomba– lo ha conseguido ETA de la mano de la primera negociación de Zapatero y, a la vista está, de los deseos de emprender una segunda, si es que no está ya en marcha.

Si aquélla nos hizo perder 6 años y 12 vidas, nada nos indica que los efectos de ésta vayan a ser distintos. Por eso, llegado el momento, habrá que combatirla con las mismas armas: la rebelión cívica que frustró la rendición del estado de derecho ante ETA. No podemos permitir que Zapatero y ETA, cada uno desde sus propios intereses, se anoten otro "éxito" con la nueva negociación. Nos jugamos demasiado.

En España

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