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Emilio Campmany

Gómez, a los leones

Si logra proclamarse candidato con la patente oposición de Zapatero, habrá abierto una herida por la que el secretario general perderá a borbotones la mucha autoridad que todavía atesora.

Al fin, una buena noticia. Parecía que no era posible hallar en el PSOE nadie con redaños para oponerse a Zapatero y de repente aparece Gómez. Jamás hubiera apostado por que él sería el primero en hacerlo sabiendo como sabe que se arriesga a perder el lujoso aventino que le tuvieran preparado. Y, sin embargo, parece decidido a resistir la voluntad del capo y forzar unas primarias que, si Ferraz no se emplea a fondo, podría ganar el revoltoso.

Puede que Gómez posea un sentido de la decencia muy superior al resto de los políticos. Aceptó abandonar su cortijo de Parla, donde podría seguir siendo alcalde por muchos años, para batirse con la invencible Esperanza Aguirre y ahora que llega el día del duelo no está dispuesto a retirarse se lo pida quien se lo pida. Su actitud se percibe como muy meritoria cuando se cae en la cuenta de que hoy por hoy no tiene posibilidad alguna de ganar y que su objetivo para estas elecciones se limita a salir de ellas como cabeza de la oposición para desde la Asamblea moldearse a sí mismo como un candidato con posibilidades en 2015.

No obstante, también podría ser que Tomás Gómez fuera el primer socialista en percibir que Zapatero ha dejado de ser un ganador y que ya no podrá cumplir nada de lo que prometa a cambio de plegarse a sus deseos, de forma que no merece la pena obedecer. Pero, sea cual sea la explicación a su tozuda resistencia, el caso es que, si logra proclamarse candidato con la patente oposición de Zapatero, habrá abierto una herida por la que el secretario general perderá a borbotones la mucha autoridad que todavía atesora.

En una organización como el PSOE no es la lealtad, ni la admiración ni la reverencia lo que garantiza la obediencia del aparato al líder. Lo que lo hace es el miedo. El miedo a perder el cargo y sobre todo a perder el chollo que el jefe reserva a sus leales cuando les toca abandonarlo por orden suya porque hay que premiar a otro con la butaca que hasta ese momento uno calentaba. Si el miedo desaparece porque hay uno que demuestra que es posible oponerse a él y conservar el puesto que se le exige que abandone, todos los que ostentan uno seguirán el ejemplo. El proceso es el de un motín. Todos obedecen al odiado capitán hasta que un oficial se enfrenta a él y demuestra que es posible contradecir su voluntad. La marinería entonces caerá inclemente sobre él y en un instante habrá perdido todo el poder.

Por eso Zapatero no puede arrugarse y pedirle a Trinidad Jiménez que dé un paso atrás. Está obligado a aguantar. Habrá primarias y Ferraz recurrirá a todo con tal de ganar. Mientras, la militancia asistirá atenta al espectáculo que se viva en la arena. Si Gómez finalmente vence a los muchos leones que desde el hipogeo irán saliendo con la aviesa intención de devorar al díscolo, la plebe se rebelará y ya nadie obedecerá al emperador. Si por el contrario Zapatero logra la muerte de Gómez bajo las garras de una fiera o por la lanza de un pretoriano, su autoridad se habrá restablecido y todos seguirán obedeciendo sus caprichos. No perdamos pues ripio de lo que suceda en la arena y en el palco, que en los dos sitios habrá con qué entretenerse.

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