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EDITORIAL

La negociación encubierta

Lo que nos ocupa en estos momentos es el reconocimiento de la existencia misma de un proceso de negociación con ETA que, con mediadores o sin mediadores internacionales, el Gobierno ha venido negando de manera sistemática

Las reiteradas advertencias que Mayor Oreja viene haciendo desde hace tiempo sobre la persistencia de una negociación encubierta entre el Gobierno de Zapatero y ETA han sido claramente reforzadas por las declaraciones que este miércoles ha hecho a Europa Press el mediador profesional y asesor del entorno proetarra Brian Currin. El abogado sudafricano considera que la política de acercamientos de presos etarras a cárceles del País Vasco "puede ser un factor importante que puede contribuir a ayudar a avanzar el proceso". Según Currin, "la situación está en un punto muy delicado, pero estoy confiado en que se están haciendo progresos. No puedo decir más al respecto".

La verdad es que no hace falta que Currin diga, por ahora, nada más al respecto, puesto que lo que nos ocupa en estos momentos es el reconocimiento de la existencia misma de un proceso de negociación que, con mediadores o sin mediadores internacionales, el Gobierno ha venido negando de manera sistemática.

Algunos podrían pensar que este abogado no es más que un negociador todavía en busca de una negociación, de un oportunista con afán de notoriedad. Pero lo cierto es que el Gobierno ha tenido mucho tiempo para aclararlo –y no lo ha hecho– desde que el pasado mes de marzo Currin impulsara, con el apoyo de buena parte de los mediadores-facilitadores de la primera fase del proceso de paz, la llamada Declaración de Bruselas. Esa apuesta por una segunda negociación fue apoyada, entre otros, por la Fundación Nelson Mandela; los premios Nobel de la Paz Frederik Willem de Klerk, Desmond Tutu, John Hume y Betty Williams; y antiguas personalidades políticas como Mary Robinson, Albert Reynolds o Jonathan Powell. Es evidente que todo ello no se habría podido llevar a cabo sin la condescendencia del Gobierno español, cuyo presidente, lejos de repudiarlo, afirmaba hace tan sólo unas semanas que "el proceso de paz fue un instrumento que aceleró las condiciones para ganar esa batalla y ver el final de la violencia, debilitando de una manera clara a ETA".

Por otra parte, si el acercamiento de los presos de ETA no está inmerso en un proceso de diálogo, ya sea directo o indirecto, con la propia banda, ¿por qué esa falta de transparencia? Si estos acercamientos de presos no forman parte de una estrategia de apaciguamiento por la vía de la concesión, ¿por qué ocultar a las víctimas el supuesto arrepentimiento de sus verdugos?

Téngase en cuenta además que las declaraciones del mediador sudafricano y la relajación de la política penitenciaria no son las únicas que avalan la existencia de una negociación encubierta. Ahí están las no muy lejanas declaraciones del propio dirigente del PSE, Jesús Eguiguren, en las que afirmaba que "después del verano" se verá que "Batasuna vive un nuevo ciclo en el que apuesta por las vías pacíficas exclusivamente". Pero si no mantiene contacto, ¿cómo lo sabe Eguiguren? ¿Por ciencia infusa?

Eso, por no hablar de dirigentes del PNV, como Urkullo y Eguibar, que desde hace tiempo, lejos de desmentir a Mayor Oreja en este punto, han mostrado su convicción de que los socialistas siguen buscando lo que llaman "vías de pacificación extramuros del parlamento". Claro que no hace falta salirse del parlamento. Basta recordar la declaración que se aprobó en el Congreso y en la que se apuesta por el "fin dialogado de la violencia". Lejos de derogarla, todo indica que el Gobierno de Zapatero sigue ejercitándola.

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