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Ignacio Moncada

Mala gestión

Poco después de sacar una ley antitabaco que obligaba a miles de pequeños empresarios a hacer obras en sus bares y restaurantes para permitir fumadores, la nueva ha abolido esa posibilidad.

Los veranos, que son desiertos mediáticos, suelen traer un par de asuntos políticos que sirven de entretenimiento para los incondicionales. Algo para roer y quitarse el mono entre paella y paella, vamos. Uno de los temas que nos amenizan el agosto es el desfile de candidatos socialistas para que el PSOE recupere el poder en Madrid. Aunque, más bien, suena a maniobra de distracción para que la economía pase, al menos algunos días, a un segundo plano. El caso es que Zapatero tras evaluar las pocas posibilidades que tenía el desconocido Tomás Gómez de ganar a Esperanza Aguirre en la Comunidad de Madrid, ha enviado a sus maquinadores de Ferraz para descabalgarle del aparato y poner a Trinidad Jiménez. No le ha salido bien la jugada, pues Gómez se resiste como gato panza arriba a renunciar por las buenas, y al final habrá las tan temidas primarias.

La gran mayoría de los medios de comunicación, que se han lanzado a roer el asunto como hago yo ahora, han coincidido en que a Trinidad Jiménez le avala su buena gestión al frente del Ministerio de Sanidad. Si fuera fútbol, me preguntaría si han estado viendo el mismo partido que yo. Pero como es política no hace falta que me lo pregunte: aquí cada uno siempre ve lo que quiere ver. Y en mi caso es una mala gestión.

Trinidad Jiménez se ha encargado, principalmente, de dos temas. El primero es la nueva ley antitabaco. Mucha gente demandaba mayor protección ante el humo de otros, y se podía estar o no de acuerdo con el contenido. Pero no ha podido estar peor gestionado. Poco después de sacar una ley que obligaba a miles de pequeños empresarios a hacer obras en sus bares y restaurantes para permitir fumadores, la nueva ha abolido esa posibilidad. La inversión que ha hecho esa gente es, ahora, dinero perdido por culpa de una nefasta gestión. Y lo peor es que la sensación de que en cualquier momento una ley puede tumbar cualquier inversión en la economía española desincentiva el esfuerzo emprendedor.

La segunda gran materia que ha encumbrado a la ministra de Sanidad es la gestión de la alarma por la gripe A. La Organización Mundial de la Salud ha decretado el fin de la pandemia de la antes llamada gripe porcina, dejando atrás unas secuelas terribles en la credibilidad y la tesorería de estados como el español. El Ministerio de Sanidad compró 9 millones de vacunas y ha gastado un total de 300 millones de euros que no han servido para nada. Después de enriquecer a costa del engañado contribuyente a algunas empresas del sector farmacéutico, uno de los más intervenidos por el Estado, resultó que la gripe A es menos agresiva que la gripe común. Y, para colmo, nos enteramos de que un tercio de los expertos de la OMS en gripe A cobró de los laboratorios. No sé, en este escándalo, cuál será la cuota de culpa de la ministra de Sanidad. Tal vez no sea excesiva. Pero de lo que estoy seguro es de que no puede calificarse de buena gestión.

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