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Los peligros de la instrucción

Están mal equipados, hay una preocupante falta de liderazgo, existe dificultad para construir bases permanentes, hay grandes problemas en los propios ministerios del Interior y de Defensa afganos...

Nadie dijo que formar al futuro ejército y policía afganos fuera una tarea fácil. Aunque para algunos dar clases a un puñado de reclutas signifique alejarse del concepto de combate y guerra, están muy equivocados, al menos en lo que se refiere a Afganistán. Un afgano ha matado a los dos guardias civiles españoles, en la base de Qala i Naw, que cumplían con tareas de formación de la policía afgana. Las primeras noticias afirmaban que se trataba de un policía afgano que estaba recibiendo formación en la base española. Aunque luego se desmintió, podría haber ocurrido así perfectamente. Lo que parece claro es que era un talibán, según ha asegurado el portavoz de ellos, Qari Mohamad Yusuf.

El objetivo de formar y adiestrar a unas fuerzas de seguridad afganas –militares y policiales– disciplinadas, profesionales, leales al gobierno y con una distribución étnica proporcional, ha estado presente desde los inicios de la intervención internacional, en 2001. Pero siempre estuvo mal planteado, no sólo por falta de las condiciones estructurales de partida, sino por la escasa colaboración de los aliados, la falta de medios, y los erróneos planes y objetivos. En general, una serie de desaciertos por parte de la coalición internacional a la que se unió el paulatino deterioro de la situación del país en los últimos tiempos.

Por otro lado, tampoco resultaba fácil tratar de instruir a unos alumnos poco entusiasmados con la idea y esperando a cobrar o a cualquier otra cosa para abandonar la instrucción, algunos de ellos con vínculos con grupos criminales, con un alto porcentaje de consumo de drogas, y entre un 70 y un 80 por 100 de analfabetos lo que ha dificultado la utilización de equipos y manuales. Muchos ni siquiera pueden leer y comprender el número de serie de su arma. En el caso de la policía las cifras han sido desde el principio mucho más negativas ya que se partía prácticamente desde cero.

Los problemas no acaban aquí: están mal equipados, hay una preocupante falta de liderazgo, existe dificultad para construir bases permanentes, hay grandes problemas en los propios ministerios del Interior y de Defensa afganos de los que al fin y al cabo deben dependen esas fuerzas afganas, y existe una preocupante escasez de instructores militares y policiales. Éste último determinante porque está perjudicado el cumplimiento de los programas de instrucción y adiestramiento.

A pesar de esta dinámica tan negativa, el objetivo de entregar cuanto antes la responsabilidad de la seguridad a los afganos se ha convertido en una prioridad de la intervención internacional, sobre todo a raíz de empezar a hablar de fechas de salida de las tropas internacionales. La idea es entrenarlos y educarlos cuanto antes para volver a casa. Pero a estas alturas resulta muy complicado enderezar el problema. Las fuerzas afganas no van a estar preparadas a tiempo.

No obstante, la OTAN sigue pidiendo a los países aliados que manden instructores, que falta hacen. Para algunos incluso resulta más fácil que enviar tropas de combate, sobre todo de cara a la opinión pública. España también se ha apuntado, dice que va a formar a 2.000 militares del ejército y a 250 policías afganos. Difícilmente las cifras se acercarán a la realidad en vista de lo que se ha hecho hasta ahora. Será una ardua tarea, y cada vez más desde que cualquier infiltrado talibán puede pegar tiros a los profesores.

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