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Rogelio Biazzi

En manos del indio de la tribu

Ni siquiera un directivo de una SA está tan feliz y a sus anchas, ¡los políticos responden ante su "asamblea" cada cuatro años! Así, los ciudadanos estamos en el "horno".

En una tribu donde hay varios caciques y un solo indio raso, el que mejor vive es éste. Todos los que trabajamos tenemos que rendir cuentas ante alguien, nuestro jefe directo. Incluso los autónomos tienen un "jefe" por cada uno de los encargos que realizan, que es su cliente; es decir, pueden tener muchos jefes pero esto es porque tienen muchos "trabajos". Tener muchas personas de quienes dependemos y a quienes tenemos que rendir cuentas facilita obviamente el escaqueo. Unos nos pedirán una cosa, otros otra y al final, perdidos en ese mar de controles, podemos justificarnos siempre que queramos. Cada cosa que no haya hecho es porque "estaba cumpliendo" órdenes de otro jefe. Así, con menos control, es más fácil que las personas privilegien sus intereses personales antes que los intereses de quienes los contratan, que, claramente, pueden ir en direcciones distintas. En el sector privado hay claros ejemplos de este tipo de situaciones. Los directivos de las grandes sociedades anónimas y su relación con sus "jefes", los accionistas, padecen los llamados problemas de agencia. Los mecanismos de control no son todo lo eficientes que deberían ser (¿cuánto cuesta montar una asamblea de accionistas en una gran SA?) y eso lleva a que el "agente" actúe más a favor de sus prioridades que en la defensa de los interés del principal. Al final, que la cosa resulte bien depende de que el único indio de la tribu sea honesto.

Todo esto me venía a la cabeza cuando pensaba en ciertos políticos. ¿Cómo hacer para medir la gestión de esta gente? Los políticos trabajan para los ciudadanos que los eligieron, como puede verse, un indio entre millones de caciques, y el mecanismo ordinario para que los jefes digan si el gobernante lo ha hecho bien o mal sólo se activa cada cierta cantidad de años. Imagínense, ni siquiera un directivo de una SA está tan feliz y a sus anchas, ¡los políticos responden ante su "asamblea" cada cuatro años! Así, los ciudadanos estamos en el "horno". Dependemos de la honestidad (que no material, pero también) e integridad de nuestros gobernantes de turno. Para colmo, está demostrado que los votantes tenemos "memoria de pez", nos olvidamos muy pronto (diversos estudios han cifrado este tiempo en tres meses) de las buenas o malas acciones de gobierno de nuestros dirigentes. Así de mal pinta la cosa, una vez que "contratamos" a nuestro político, –salvo una improbable salida anticipada– lo tendremos que aguantar sus n años de mandato. Y cuando nos reunamos para votar, evaluando el desempeño de nuestro hombre, nuestra mente –instintivamente– sólo tendrá en cuenta lo que ha ocurrido en los últimos meses.

Todo para dejarles una seria advertencia, ahora que se avecinan elecciones: cuidado que vienen los indios, ¡y ya nos hemos topado con alguno piel roja!

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