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José García Domínguez

El suicidio del PSC

Por algo barruntan los estrategas del Govern que sólo una abstención masiva pudiera atenuar en parte los estragos del derrumbe cierto. Y no andan equivocados. De ahí, sin duda, lo rocambolesco del día seleccionado.

Al fin, José Montilla ha puesto fecha al suicidio ritual de la izquierda catalanista, valga la redundancia. Así, si el tiempo y la autoridad no lo impiden, el Waterloo del Tripartito acontecerá el próximo 28 de noviembre. Por lo demás, y como en los dramas clásicos, la crónica de su muerte anunciada bordeará el siempre incierto linde que escinde lo trágico de lo grotesco. Y es que, siguiendo las sabias enseñanzas del Caudillo cuando los primeros de mayo, don José ha optado por contraprogramar las elecciones con un Madrid-Barça en vivo y en directo. Al muy patético modo, pues, el fumbol, genuino opio del pueblo soberano, resulta ser el último conejo con mixomatosis que queda en el fondo de la desgastada chistera del PSC.

Por algo barruntan los estrategas del Govern que sólo una abstención masiva pudiera atenuar en parte los estragos del derrumbe cierto. Y no andan equivocados. De ahí, sin duda, lo rocambolesco del día seleccionado. Un asunto, el catalán, llamado a forzar el preceptivo gasto inútil de saliva en tertulias y corrillos. Empeño más que estéril si se repara en la prosaica evidencia de que, igual aquí que en Lima, el cliente siempre prefiere el original a la fotocopia. Por eso, CiU, a fin de cuentas los genuinos señores de la finca, volverá a regentar el cortijo identitario, ahora sin el concurso de mayordomos y demás asistentes. Al tiempo, sus esforzados capataces meridionales tornarán al extrarradio con una palmadita de agradecimiento en la espalda por los servicios prestados a la construcción nacional.

Porque si algo ha certificado el cambalache estatutario es que mantener la tensión escénica con España; administrar con tino el resentimiento histórico; sostener con el preciso magisterio la calculada, milimétrica ambigüedad que requiere el discurso catalanista no está al alcance de cualquiera. Y mucho menos al de una cofradía de parvenus envanecidos como los que aún ocupan la Plaza de San Jaime. Razón última de que, instalado extramuros de la gramática constitucional, el PSC haya tenido la lucidez política de cavar su propia tumba. Descontados entonces los ocasionales auxilios a Mas de la Esquerra y los de Rajoy, según la ocasión, todo habrá de cambiar para que todo siga igual, tal como ordena, secular e inapelable, la norma siciliana.

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