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Carmelo Jordá

¿Qué está fallando?

¿Qué ocurre para que un sector líder en el mercado mundial hasta ahora esté dejando pasar la oportunidad de subirse al carro de una revolución tecnológica sin precedentes?

El mercado de lectores de libros electrónicos está creciendo en nuestro país a una velocidad de vértigo: mientras que hace poco más de un año prácticamente teníamos que elegir entre el Papyre de Grammata o importarnos por nuestros propios medios algún equipo desde una tienda foránea, ahora en cualquier centro comercial nos ofrecen ocho o nueve alternativas, El Corte Inglés tiene sus propios modelos e incluso podemos comprarnos los Kindle con total comodidad.

Sin embargo, seguimos sin tener buenos contenidos que comprar para nuestros lectores, con una oferta editorial poco menos que paupérrima, con lanzamientos que no se corresponden con las expectativas generadas y, me temo, también con tiendas que están muy lejos de comprender y por tanto satisfacer las demandas de los usuarios.

Respecto de esto último encontrábamos esta misma semana un excelente (y deprimente) artículo en la página especializada Dosdoce en el que se narraba la descorazonadora experiencia que supone comprar en alguna de las principales tiendas españolas: en no pocas ocasiones hasta resulta difícil encontrar la sección de eBooks, los procesos de compra pueden ser de locos y, por supuesto, la cantidad de la oferta es poco menos que ridícula, algo que los meses que Libranda lleva en beta parece no haber solucionado.

Comentaba el autor (Javier Celaya) que quizá hayamos cargado demasiado las tintas sobre Libranda, la iniciativa de los editores, cuando el problema está más extendido y no sólo les afecta a ellos que, al cabo, no tienen o no deberían tener una relación directa con los usuarios.

Puede que no le falte algo de razón, pero en cualquier caso cabe preguntarse qué está pasando, que ocurre para que un sector líder en el mercado mundial hasta ahora esté dejando pasar la oportunidad de subirse al carro de una revolución tecnológica sin precedentes y, por el contrario, se acerque con una tranquilidad pasmosa y casi sin remar al borde de la catarata.

Porque a día de hoy nadie está intentando de verdad salvarnos de las terribles garras de la piratería: no se nos ofrece un fondo editorial que merezca tal nombre, no se plantea una política agresiva y atrevida de precios, se olvidan las posibilidades de la red a la hora de crear comunidades y entornos de uso que potencien las compras...

Y si en un mercado en el que sí están ocurriendo muchas de esas cosas como el americano algunos autores ya avisan de que van a suprimir eslabones en la cadena de valor que ya no aportan nada a su proceso creativo o a su relación con su lectores... ¿qué tipo de hecatombe no podría llegar a ocurrir aquí?

¿Qué está fallando? ¿Por qué no saltan las alarmas? ¿Cuánto vamos a tener que esperar para que alguien despierte y evite la catástrofe?

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