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José García Domínguez

La encuesta-esquela

En el fondo, la derecha españolista y sus antónimos pedáneos sienten idéntico pálpito; a saber, que los legítimos representantes de Cataluña, los únicos, los de verdad, los catalanes genuinos, son los de CiU. Y sólo ellos.

Ya ni siquiera El País se priva de administrar la extremaunción al Tripartito. Así, demoledora, la encuesta-esquela que, a modo de obituario, acaba de airear en su edición dominical. En puridad, sólo les ha faltado titular la pieza con la célebre frase que Dante el poeta mandara grabar en la antesala principal del Infierno: "Perded toda esperanza". Nadie se extrañe, pues, de que un gran clásico español, el de echar a correr en auxilio del ganador, renazca estos días entre la abatida fauna que parasita el panal de la rica miel autonómica en Barcelona. Soberbio espectáculo crepuscular el que brinda esa desaforada carrera, la de las ratitas transversales que huyen a toda prisa de la nave de Montilla con rumbo a una nómina blindada en el abrevadero de CiU.

Un muy obsceno desfile de modelos que encabeza quien fuera el portavoz oficial del PSC, cierto Jaume Sobrequés de pétreo, granítico rostro, amén de ferviente liberal de toda la vida desde hace una semana. Con decir que hasta el ínclito Vendrell anda de mudanza estos días. Vendrell, el del PP –no confundirlo con el trabucaire de la Esquerra–, ahora compañero de viaje de lo que queda del PSUC tras cooptarlo Rafael Ribó como edecán suyo en una covachuela de la Sindicatura de Greuges. Es lástima, por lo demás, que el Madrid político, por norma tan torpe, tan mediatizado por las emociones en sus diagnósticos del nanonacionalismo, esté a punto de tropezar con la misma piedra analítica de siempre; ésa que sólo existe en su imaginación, por cierto.

De tal guisa, obviando que el catalanismo, dogma por nadie cuestionado, constituye la religión oficial de la plaza, el triunfo de Convergencia habrá de ser tenido por un avance del furor secesionista. Como si la izquierda catalanista –es decir, la izquierda– encarnara un proyecto nacional en algo distinto al de los nietos de Cambó. Imposible persuadirlos de lo contrario, sin embargo. Y es que, paradoja de paradojas, en el fondo, la derecha españolista y sus antónimos pedáneos sienten idéntico pálpito; a saber, que los legítimos representantes de Cataluña, los únicos, los de verdad, los catalanes genuinos, son los de CiU. Y sólo ellos. Dispongámonos, entonces, para el inminente recital de grandilocuentes necedades. El de siempre, vaya.

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