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Cristina Losada

Líos de familia

Méndez anuncia apocalíptico que hará todo lo posible "para impedir que (el mundo) se deshaga". Será su mundo, claro. El mundillo de una burocracia sindical empeñada en mantener una regulación laboral forjada en el modelo falangista.

El secretario general de UGT ha dirigido una sentida carta al señor presidente para pedirle que rectifique. Lo ha hecho en el diario El País y con el respeto debido a alguien que pertenece a la misma empresa política. Nada de chiquilicuatradas y otras zafiedades. La brocha gorda se reserva para los enemigos "de clase" y de partido. Con la famiglia, el pincel más fino. De modo que Zapatero, humano a fin de cuentas, sólo se ha equivocado, un traspié lo da cualquiera y no cabe suponerle las aviesas intenciones que impulsarían a un conservador o neoliberal a adoptar medidas idénticas. El "quién" siempre importa más que el "qué". Y ya puesto en las excusas, Méndez sugiere en su misiva que el bueno del presidente se ha dejado aconsejar mal. La culpa no es del líder, sino de la camarilla que le susurra ajustes y reformas laborales al oído.

El programa de política económica que viene a proponer el secretario ugetista en esa pieza se resume en que nada había que cambiar. Los sindicatos mayoritarios se han instalado en el conservadurismo más acérrimo. Apropiándose, a su manera, de una conocida frase del discurso de Albert Camus al recibir el Premio Nobel, Méndez anuncia, apocalíptico, que hará todo lo posible "para impedir que (el mundo) se deshaga". Será su mundo, claro. El mundillo de una burocracia sindical empeñada en mantener una regulación laboral forjada en el modelo falangista y que consagra un régimen de castas. Un proteccionismo que no ha evitado el espectacular crecimiento del paro.

Los conflictos familiares exigen, en cualquier caso, mucho tacto y enorme sensibilidad. De ahí que en vísperas de una huelga general, que es política por naturaleza y anti-gubernamental por necesidad, los dos sindicatos convocantes se esfuercen en negarle ese doble carácter. Nunca han hilado tan fino en circunstancias parejas. Son conscientes del riesgo de que les cuelguen el sambenito de sepultureros de un Zapatero en declive y, lo que es peor todavía, de cooperadores de una derecha en ascenso. Nadie desea quemarse en la pira de esta huelga. Es ésta una pelea en la que ninguno de los contendientes quiere derribar al otro. Ambos se necesitan mutuamente y la armonía familiar exige que no se vaya más allá de los rasguños. Pero una cosa es la letra y otra la música. Si la jornada se desmadra, como suele ocurrir, saldrán escaldados los dos.

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