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Jaime de Piniés

La UEM mueve ficha: sanciones automáticas

Si en este momento, pese a tener unas muy limitadas competencias de control, no se consigue sancionar a los países incumplidores, ¿cómo se va a conseguir un control mucho más férreo sobre un número mayor de variables económicas?

Bruselas prepara una nueva batería de sanciones para los países infractores en el seno de la Unión Europea Monetaria (UEM). Hasta la fecha, las competencias se limitaban a fijar el déficit y la deuda pública, sin embargo, las facultades se verán ampliadas para dar paso al control de la balanza por cuenta corriente, la posición neta de activos extranjeros, los costes laborales, el tipo de cambio real, los precios inmobiliarios y el crédito al sector privado. Igualmente, la Comisión Europea también propone introducir un mecanismo de penalización automático para aquellos países que no se acojan a las disciplinas aprobadas. Hasta hoy, toda sanción venía precedida por la abertura de un expediente preceptivo y requería la votación de los ministros de la UEM. Pero en el caso que prosperara la referida iniciativa, las sanciones pasarían a ser un simple trámite administrativo y se aplicarían sin votar, pudiéndose revocar exclusivamente con el veto de la mayoría.

La propuesta de la Comisión se puede criticar haciendo notar el hecho de que si en este momento, pese a tener unas muy limitadas competencias de control, no se consigue sancionar a los países incumplidores, por ejemplo el caso de Italia o Bélgica, ambos durante años con deuda pública por encima del 100% de su PIB, ¿cómo se va a conseguir un control mucho más férreo sobre un número mayor de variables económicas?

En artículos anteriores ya he señalado que la UEM no sólo debe fijar su atención en los países con déficit en su cuenta corriente y la competitividad por debajo de la media europea. En el juego de reforzar la estabilidad de la zona euro, tanta culpa tiene un país deficitario con escasa competitividad como un país con superávit y muy competitivo. Luego, si lo que realmente se persigue es estabilizar la UEM, las sanciones tendrían que estar dirigidas a ambos extremos de incumplimiento.

No cabe duda de que la aspiración máxima debe ser alcanzar un nivel aceptable y bueno de competitividad. Pero, digamos las cosas claras, mientras Europa no opere como un único bloque económico, y eso se logra mediante la negociación de un solo presupuesto y la implementación de una sola política fiscal, unido a la ya común unidad cambiaria y monetaria; mientras esto no tenga lugar, no es de recibo exigir que los países con déficit en su cuenta corriente asuman todo el ajuste del sistema. Si se observa el presente statu quo resulta que ciertos países acaban ayudando a Alemania a paliar su crónica deficiencia de inversión o lo que es lo mismo, su exceso crónico de ahorro. Si de esto se trata, pues que cada palo aguante su vela.

No obstante, la iniciativa de la Comisión Europea tiene el mérito de contemplar, junto a la deuda pública y el déficit público, otras variables económicas críticas para asegurar la continuidad de la zona euro. Bienvenida sea esta visión más holística. Como muestra del resultado actual y, por supuesto, al descuido evidente de las autoridades, simplemente echemos un vistazo a la situación de países como Grecia, Irlanda, Portugal, España y Alemania. Ninguno de estos países ha ayudado a estabilizar la zona euro. Todos juntos y cada uno de ellos por separado han contribuido a desestabilizarla; en el mejor de los casos, las políticas europeas han servido de apaga fuegos.

También parece oportuno que las sanciones sean automáticas. Mientras la zona euro siga comportándose como un club privado, nada más saludable que el aumento de tasas para dejar bien claro el grado de compromiso con dicho club. Personalmente soy un defensor neto del proyecto euro. Pero también diviso un horizonte inherentemente inestable mientras no se refuercen las funciones del Estado central europeo; a fecha de hoy esto se ve muy distante, ahora bien, esta iniciativa de la Comisión Europea podría ser un gran paso en el camino deseado. Un detalle último, como es costumbre en la Comisión, la iniciativa para el refuerzo de una Europa unida se ha impuesto sin mediar debate ni consulta alguna sobre una medida que de prosperar afectará a todos los europeos. Es el modus operandi al que nos tienen acostumbrados.

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