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José García Domínguez

Trabajar más, cobrar menos

Consejas, meditaciones, dichos, muletillas y eruditos arbitrios del tipo: "con la que está cayendo", "hay que ponerse las pilas", "no puede alargarse más el brazo que la manga", "los políticos tienen que mover ficha"...

Algún alma caritativa debiera explicarle al (todavía) presidente de la CEOE que para reclamar del prójimo sangre, sudor y lágrimas conviene llamarse Winston Churchill, pequeño detalle que Díaz Ferrán parece ignorar. Aunque, si bien se mira, la última deposición suya resulta mucho más propia de Fray Gerundio de Campazas que de cualquier otro cráneo privilegiado. Me refiero, huelga decirlo, al célebre "debemos trabajar más y cobrar menos". Reflexión, ésa de don Gerardo, que ni por sutileza ni por profundidad intelectual tiene nada que envidiar a los grandes clásicos que ha engendrado el genio patrio en las barras de los bares con tal de exorcizar la crisis.

Consejas, meditaciones, dichos, muletillas y eruditos arbitrios del tipo: "con la que está cayendo", "hay que ponerse las pilas", "no puede alargarse más el brazo que la manga", "los políticos tienen que mover ficha", "vivimos por encima de nuestra posibilidades", "se deben acometer reformas estructurales" o "la culpa es de la codicia", imprescindibles todos en cualquier tertulia de rebotica que se precie. Muy surtido recetario de inconfundible aroma a moralina de la abuela que, por lo demás, suena bien siempre que uno no se pare demasiado a pensar en su contenido. Y es que la panacea del ínclito Díaz Ferrán recuerda bastante al modelo turco.

Es sabido, un habitante cualquiera de Estambul trabaja diez horas más a la semana que su equivalente español. Y, por supuesto, gana menos. Algo parejo a lo que igual acontece con el modelo rumano, el búlgaro, el tailandés, el marroquí o el guatemalteco. No obstante, el que en verdad debe querer emular Díaz Ferrán es el modelo de Montilla. ¿Para qué servirán, acaso, todos esos ninis que el Honorable pretende adocenar parasitando el presupuesto de la Generalidad, sin dar palo al agua? Huérfanos de formación, de autodisciplina, de iniciativa, de espíritu de sacrificio y de vergüenza torera, ¿qué podrán hacer con sus vidas tantos inútiles inducidos en cuanto se agote la sopa boba institucional? ¿En qué otra cosa habrán de devenir más que en triste carne de cañón, perpetua mano de obra barata de ésa con la que fantasea Ferrán? He ahí la utopía de la mediocridad del jefe de la patronal convertida en promesa estrella de la campaña socialista. Dios los cría...

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