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Estrés político y operativo

Los escenarios de Afganistán, Líbano y Somalia son lo suficientemente atrayentes, las misiones complejas y el compromiso de España asegurado al menos a corto plazo, como para que podamos garantizar meses de tensión.

El regreso del contingente español desde Bosnia-Herzegovina, una vez la culminación este mes del proceso electoral en el país balcánico permite cerrar un capítulo de casi dos décadas de presencia militar en dicho escenario, no supone la desaparición de nuestros efectivos allí. A partir de ahora España liderará un equipo de adiestramiento de las Fuerzas Armadas bosnias en Travnik formado por una treintena de efectivos. Tampoco da un respiro significativo a nuestros efectivos en el exterior. El que no estemos ya en Kosovo, donde las fuerzas de la OTAN han tenido que reforzarse estas semanas ante el más que previsible enrarecimiento de la situación en la zona de Mitrovica, y el que la susodicha presencia en Bosnia-Herzegovina pueda parecer ya casi testimonial –habiendo sido estos puntos de los Balcanes Occidentales los de mayor concentración de nuestros efectivos en el exterior en años pasados–, no debe llevarnos a conclusiones erróneas: los escenarios de Afganistán, Líbano y Somalia son lo suficientemente atrayentes, las misiones complejas y el compromiso de España asegurado al menos a corto plazo, como para que podamos garantizar meses de tensión. Esto se conecta con nuestra presencia, reforzada, en importantes puntos de conflicto de presente y de futuro.

En Afganistán el momento es más delicado que nunca, con las peligrosas negociaciones en marcha con sectores del enemigo queridas por Karzai y bendecidas precipitadamente por la Comunidad Internacional. Nuestros guardias civiles en misión de formación de policías afganos en Qala-i-Naw; efectivos del Ejército del Aire en Herat y Kabul; y los muy visibles del Ejército de Tierra realizando patrullas y manteniendo dos puestos avanzados (Moqur y Sang Atesh) en Badghis trabajan en un contexto extraño para cualquier profesional: la desbandada de holandeses (realizada), la de canadienses y británicos (anunciada para 2011, con el telón de fondo general del inicio de la estadounidense el mismo año) y el anuncio ahora italiano de que 2014 es su límite de estancia (innecesario por lo evidente pero realizado en cualquier caso), crea una rara sensación. Lo esencial es que la sensación de victoria crece entre las filas del enemigo.

En Líbano, por otro lado, el que el Consejo de Seguridad de la ONU haya renovado el 31 de agosto por otro año el mandato de FINUL –misión mandada por el general de división español Alberto Asarta y a la que aportamos 1.100 efectivos–, hace que no nos pueda ser ajeno el inquietante mensaje transmitido a la región por la provocadora visita a la zona de nuestro despliegue realizada por Ahmadineyad, la pasada semana. Esto se une, primero, al enfrentamiento armado ocurrido el pasado 3 de agosto cerca de la frontera con Israel, y en el que murieron un oficial israelí, tres militares libaneses y un periodista de dicha nacionalidad. Y segundo, al continuo reforzamiento de Hizbollah en violación de la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU y que FINUL, o sea, España, debería hacer aplicar. Esta misión es otro punto importante de tensión.

Finalmente, de las misiones internacionales que causan y causarán estrés a nuestros militares –también a nuestros gobernantes– destaca la doble que desempeñamos en Somalia. En la segunda semana de septiembre España ha mostrado un reforzamiento de su compromiso en el marco de la "Operación Atalanta" de lucha contra la piratería. Lo ha hecho desplegando por primera vez un barco de asalto anfibio, el "Galicia", con 240 efectivos a bordo, a los que se suma el patrullero de altura "Infanta Cristina" con 9 0 y el destacamento "Orión" del Ejército del Aire con 41. Todos ellos están ya desplegados en un contexto en el que se espera una revitalización del provocador activismo de los piratas. Pero junto a ello España destaca también por una intensa labor en tierra, adiestrando a fuerzas somalíes que deberán de constituir el embrión del futuro aparato de seguridad del Gobierno Federal de Transición (GFT) somalí. Aquí, de nuevo, España no sólo contribuye con 38 efectivos a aplicar la Resolución 1872 aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU en mayo de 2009, sino que estamos al mando de la Misión EUTM-Somalia de entrenamiento, en manos del Coronel Ricardo González Elul. Destacable es este esfuerzo, tratándose como se trata Somalia de un escenario donde el arreglo de los múltiples problemas de seguridad que atenazan al país no se ve próximo, y donde la voluntad de los enemigos de la normalización, piratas y terroristas, es firme de cara a obstaculizar todo lo que puedan el trabajo de nuestros compatriotas. Entre unas y otras misiones, el estrés, tanto operativo como político, con una ministro con graves limitaciones, es importante.

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