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El enemigo invisible

Si el terrorismo se manifiesta públicamente de manera aparatosa, el crimen organizado se extiende por las sombras. No busca tomar el poder en las instituciones, sino parasitarlas y utilizarlas.

Desde el 11-S, la principal preocupación relacionada con la seguridad en las sociedades occidentales es el terrorismo islámico. Preocupación más que justificada: la posibilidad de que grupos terroristas repitan los atentados en ciudades europeas o americanas, quizá además con armas de destrucción masiva, plantea un futuro preocupante que se trata de conjurar tanto en las montañas de Afganistán como en las barriadas londinenses o en los arrabales de Bagdad. El último episodio de la amenaza terrorista, el complot descubierto para atentar en varias ciudades europeas al modo y estilo de Bombay en 2008, o el incidente este mismo viernes en el avión que cubría el trayecto Yemen.

Pero antes, al margen, pero relacionado y unido al fenómeno terrorista, está una amenaza tan vieja como la sociedad y la humanidad misma, que se ha desarrollado intensamente en las últimas décadas y que pasa demasiadas veces desapercibida: la delincuencia organizada. Con el siglo XXI se ha diversificado, se ha transnacionalizado y adquirido un poder e influencia renovados. Parasita instituciones, agrava conflictos y los crea allí donde no existían. Y ahora lo hace de manera global, da igual que hablemos de la Cañada Real, de Tokio, de las costas mediterráneas, de los Andes o del Cáucaso Está presente por todo el mundo. Un libro de reciente aparición muestra la actualidad de un fenómeno que lejos de remitir, pervive con nuevas fuerzas.

Si el terrorismo se manifiesta públicamente de manera aparatosa, el crimen organizado se extiende por las sombras. No busca tomar el poder en las instituciones, sino parasitarlas y utilizarlas. Hasta que como los parásitos, acaba con ellas y con el orden. El caso más dramático es el de México, donde este enemigo invisible había pasado desapercibido hasta ahora, tras décadas de corrupción institucional y de permisividad política. Ahora ha convertido la frontera sur mexicana en un escenario bélico, supone un problema para las relaciones mexicanas con los Estados Unidos y amenaza con convertir al país hispano en un Estado fallido.

El caso mexicano muestra hasta qué punto este enemigo invisible que es el crimen organizado puede crecer y desarrollarse hasta que ya es demasiado tarde para dominarlo si no es acudiendo a medidas extraordinarias, que convierten los escenarios del crimen en campos de batalla, con el ejército involucrado en la lucha. Muestra que el terrorismo no es la única amenaza a la que se enfrentan nuestras sociedades.

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