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Daniel Luna

La suprema dignidad del dinosaurio nuclear

Ernesto Guevara, ya saben, el idealista, el soñador, el romántico en motocicleta, el que quería hiroshimizar Nueva York y convertir el planeta en un solar para cucarachas radiactivas.

Fidel Castro anda inquieto, preocupado. Cuentan que el otro día se levantó, se engalanó con su mejor chándal y decidió salvar a la Humanidad. A usted, a mí, a todos. ¿Pero de qué cosa podría salvarnos este anciano? Del Apocalipsis, nada menos.

Castro está convencido de que existe "un riesgo inminente de guerra nuclear" y quiere que se proteja "el derecho a vivir de los pueblos". Yo creo que sabe de lo que habla, porque fue precisamente él quien hizo todo lo posible por desatar la III Guerra Mundial. Conviene recordarlo ahora, cuando acaban de cumplirse 48 años de la Crisis de los Misiles:

Si los misiles se hubiesen quedado los habríamos utilizado todos, dirigiéndolos al corazón de Estados Unidos, incluida Nueva York. Ante un agresor como Estados Unidos, no puede haber otra solución que luchar hasta la muerte, infligiendo al enemigo el mayor daño posible.

No son palabras de Castro sino de su mano derecha, Ernesto Guevara. Ya saben, el idealista, el soñador, el romántico en motocicleta. El que quería hiroshimizar Nueva York y convertir el planeta en un solar para cucarachas radiactivas. Recuérdenlo la próxima vez que vean a un progre con su camiseta.

Éstas y otras barbaridades del héroe de la izquierda se documentan en Che Guevara and the FBI, un libro escrito por dos admiradores confesos de Guevara. Yo lo leí hace años en una librería de Cienfuegos, Cuba, pero gracias al capitalismo ustedes pueden conseguirlo por Amazon sin moverse de casa.

Castro no fue menos explícito al respecto en su entrevista con Ignacio Ramonet, publicada en el 2005 bajo el título Cien Horas con Fidel. Allí, si aguanta uno tanta hora y tanto Fidel, se puede encontrar la carta en la que éste le pidió explícitamente a Kruschev que lanzase "el primer golpe nuclear" contra Estados Unidos.

En ese momento se demostró que ni siquiera los genocidas soviéticos estaban tan locos como Castro. El mismo Kruschev, un criminal carente de escrúpulos y responsable de incontables atrocidades, estaba perplejo:

En su cable del 27 de Octubre nos propuso que fuéramos los primeros en asestar el golpe nuclear contra el enemigo. Usted, desde luego, comprendería a qué llevaría esto. No sería un simple golpe, sino el inicio de una guerra mundial termonuclear. En tal caso los EEUU sufrirían enormes pérdidas, pero la URSS y todo el campo socialista también.

Por si el muchacho no cogía la indirecta, Kruschev añadió: "En primer término, de la contienda se quemaría Cuba. No hay duda de que el pueblo cubano lucharía valientemente, pero de que perecería heroicamente, tampoco hay duda".

Y mientras con una mano escribía esto, con la otra negociaba con Kennedy la retirada de los misiles sin ni siquiera molestarse en informar a los barbudos, que se enteraron, como Felipe, por la prensa. Menudo disgusto para el ídolo de la progrez europea:

Nosotros sabíamos que habíamos de ser exterminados. Sin embargo no por eso le pedimos que retirara los proyectiles. Muchos ojos de cubanos y soviéticos, que estaban dispuestos a morir con suprema dignidad, vertieron lágrimas al saber la decisión sorpresiva, inesperada e incondicional de retirar las armas.

Medio siglo después, el dinosaurio quiere ahorrarnos la "suprema dignidad" de morir en una guerra nuclear. Qué detalle. Yo, para agradecérselo, estoy dispuesto a regalarle un chándal nuevo.

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