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Aliados rusos

Lo mejor, junto con los resultados, es la implicación directa de Rusia en Afganistán. Ahora más que nunca se necesitan aliados, incluso rusos.

Las diferencias entre Washington y Moscú sobre la lucha contra la droga en Afganistán se acabaron la semana pasada. Decenas de efectivos de Estados Unidos, junto con algunos miembros rusos de Interior y de la lucha contra narcóticos –y con ayuda de la inteligencia rusa–, destruyeron cuatro laboratorios de droga cerca de la frontera con Pakistán, y decomisaron una tonelada de heroína. Es la primera vez desde 1989 que los rusos participan en una operación en este país. Washington y Moscú afirman que los operativos antidroga conjuntos continuarán.

Es una buena noticia para el país, sobre todo para los aliados y, por qué no, para el futuro de la guerra: Rusia se involucra claramente en Afganistán. Y en un tema que para ellos supone una de las principales amenazas para seguridad nacional. Rusia tiene dos millones y medio de adictos a estupefacientes, alrededor del 90% de ellos a la heroína. Es el primer consumidor de heroína del mundo y se estima que al menos 30.000 personas mueren al año como consecuencia del consumo de esta droga. Una droga que viene de Afganistán, que suministra más del 90% del opio mundial.

En los últimos dos años, Rusia se ha quejado una y otra vez ante Estados Unidos y ante la OTAN de su pasibilidad ante el problema de los cultivos de opio. Según Moscú, el problema empezó a agravarse a partir de 2001, y desde entonces la producción de droga en Afganistán se ha multiplicado por diez. Helmand y Kandahar son las principales regiones productoras y no es una casualidad que también sean bastiones de los talibanes. Es una de sus principales fuentes de ingresos, y por eso Rusia ha tratado de persuadir a los aliados para que considerasen la producción y el tráfico de drogas en Afganistán como una amenaza para la paz y seguridad internacional. De acuerdo con la ONU, los talibanes ingresan unos 300 millones de dólares anuales con el contrabando de opio.

Sin embargo, la Alianza Atlántica y Estados Unidos se han desentendido en gran medida del combate contra las drogas desde la llegada de Obama a la Casa Blanca. Más preocupados por obtener el apoyo de la población, se prefirió dar permisividad a los agricultores cuya supervivencia dependía en gran parte de la venta de esta sustancia, sintiéndose por otro lado incapaces de ofrecerles una alternativa. Según Rusia, por este motivo Estados Unidos y sus aliados rechazaban quemar los cultivos de adormidera, que los rusos andaban reclamando con insistencia.

La otra cara de moneda la forman los años de la segunda Administración Bush: en 2006 se erradicaron 15.300 hectáreas y en año siguiente 19.000, frente a las 10.000 entre 2008 y 2009. Según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) la producción en Afganistán en el último año ha vuelto a descender, pero ha sido debido a las condiciones naturales, como algún tipo de plaga. Sin embargo se han acumulado reservas más que suficientes para produciendo heroína sin parar durante los próximos años.

La presión de Moscú a la Casa Blanca para que resucitara la política antidroga de la era Bush en Afganistán parece que por fin ha dado resultado. Seguro que Petraeus tiene algo que ver. Lo mejor, junto con los resultados, es la implicación directa de Rusia en Afganistán. Ahora más que nunca se necesitan aliados, incluso rusos.

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