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Eva Miquel Subías

A fuego lento

El hecho de ser un gran fumador de Habanos le hace también apreciar y saborear con suma delicadeza la lenta ascensión del círculo perfecto que el fuego va dibujando.

Es fácil dejarnos llevar por la ofensiva republicana en las legislativas estadounidenses y caer en la tentación de extrapolar la situación política a nuestra casa, la española. Aunque, francamente, ni la sociedad es la misma, ni tiene la misma ambición, ni José Luis Rodríguez Zapatero es Obama, ni el Partido Popular tiene a ningún Tea Party tirando del carro. Esa es la realidad.

Todos los sondeos coinciden, con mayor o menor porcentaje, en una victoria de Mariano Rajoy de cara a las próximas elecciones generales. Las mismas encuestas apuntan, ojo, a que casi un 70% de los votantes populares optarían por dejar paso a otro líder. O a otro candidato, vamos. Con lo que se difumina la línea sobre si son los socialistas los que pierden posiciones o son los populares los que las van ganando.

La estrategia popular de apostar gran parte de su patrimonio al número "crisis" puede verse erosionada por agentes naturales, ya que ésta se basa en una actuación ajena, con todo lo que ello comporta. El no depender de uno mismo para ganar entraña siempre unos riesgos altísimos y que, es de suponer, habrán valorado una y otra vez.

Como bien apunta el sociólogo José Luis Álvarez en La Vanguardia:

La táctica de no explicitar las medidas de gobierno es irreprochable como tal pero quizás equivocada como estrategia, ya que ésta perjudica la reputación personal de Mariano Rajoy, ingrediente esencial de su patrimonio político (...) Así cuando tantos ciudadanos los están pasando tan mal, Rajoy aparece cada día menos empático y más calculador.

En el Partido Popular son sabedores del grupo de fieles votantes que les seguirán prestando su apoyo, a los que habrá de sumar muy probablemente los que pertenecen a esa bolsa de votos itinerantes, así como los decepcionados y pesimistas ante la situación que atravesamos y que no tienen ante sí otra opción más operativa.

Probablemente y debido al casi 10% de desempleo en Estados Unidos –algo realmente inusual– los demócratas habrían descendido por el desgaste de su presidente y los republicanos habrían avanzado posiciones por la pesca en aguas revueltas. Pero desde luego el avance más que significativo y con relevos clave como el sustituto de la demócrata Nancy Pelosy al frente de la Cámara Baja, John Boehner o el ascenso de la republicana Susana Martínez como gobernadora de Nuevo Méjico, así como la elección del cubano Marco Rubio como senador por La Florida, no sé si hubiera sido posible mientras confiaban todas sus expectativas a una sola carta.

El electorado se ha movilizado claramente. Lo han sabido movilizar, vamos. Con presencia permanente, con propuestas de diversa índole, unas más atractivas que otras, unas más o menos arriesgadas, pero de aspecto y fondo nítidos. Mientras Obama notaba que el calor de las llamas le rozaba los pies, sus adversarios batallaban, al mismo tiempo, en otras contiendas.

Estoy convencida de que el Partido Popular desea una reforma de la educación, de la justicia, del mercado laboral y fiscal o de la misma administración pública. Pero no lo está explicando. O no, por lo menos, con la contundencia requerida por temor a sus inmediatas consecuencias. Y gran parte de la sociedad, en mi humilde opinión, demanda esas propuestas. Empiezan a cansarse de ver tantas hogueras a su alrededor pero a nadie con ninguna manguera, ni con planes de extinción perfectamente diseñados.

Es de sobra conocida la paciencia que posee el líder de los populares. No sabe qué envidia me da, ya que una tiene que acarrear la pena de llevar la falta de la misma como uno de sus principales defectos y ya sabemos que quien resiste, suele ganar. El hecho de ser un gran fumador de Habanos le hace también apreciar y saborear con suma delicadeza la lenta ascensión del círculo perfecto que el fuego va dibujando. Aunque ya debe saber también cuán molesto resulta cuando ese cilindro de ceniza se desvanece en los pantalones grises de franela, dejando esa mancha incómoda y difícil de despejar.

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