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Europa, por buen camino

La crisis financiera de 2008, lejos de darles la mesiánica razón que esperaban, ha provocado un vacío ideológico y bajos niveles de confianza del electorado en partidos de centro-izquierda y sus ideas de gobierno.

Si el socialismo fuese una especie animal, estaría en peligro de extinción.

La ideología socialista –la colectivización o estatalización de los medios de producción y, en mutación posmoderna, la evolución del llamado estado de bienestar– está pasando un mal momento. No es sólo que queden cinco gobiernos socialistas –Austria, Eslovenia, España, Portugal y Grecia– entre los 27 de la UE por la inutilidad que los ciudadanos han descubierto en ellos para salir de la crisis. Es que las propias medidas que se toman para dejar atrás el desempleo, y las raquíticas tasas de crecimiento ya no pueden ser socialistas. Por dos razones: primera, porque han fallado, y segunda, lugar porque Alemania se ha empeñado en imponer a Europa la ortodoxia económica. Y esta es, por definición, imposible en el socialismo.

La propuesta de reformar los tratados consiste en establecer un mecanismo de ayuda permanente –similar al aplicado a Grecia esta primavera sin respaldo en ellos– y en convertir en automáticas las sanciones por incumplimiento del Tratado de Maastricht, llegando hasta la retirada de los derechos de voto de los incumplidores. La idea, que siendo alemana pero apoyada por Francia tiene visos de convertirse en realidad, es que las quiebras de países, en la Europa de 2013 sean posibles y se hagan civilizadamente, mediante la renegociación de la deuda.

Se dirá que ya existen en los tratados mecanismos para castigar a los dispendiosos y que estaba en ellos prohibido el rescate de países. Cierto. Pero la presión política de los infractores pudo esta primavera con el rigor de los alemanes. Lo que se recomienda ahora es que, a través de la reforma simplificada de los tratados que aprobamos todos en Lisboa, en 2013 no se pueda hacer la vista gorda.

Mientras, en Washington, Obama fingía arrepentimiento por el exceso de gasto ante el electorado, que resultaba contradictorio con la decisión de la Reserva Federal de inundar el mundo de dólares para comprar deuda pública americana. Era el último intento artificial de reflotar su economía; Bernanke, ese auténtico error decisivo de Bush. La respuesta europea no puede haber sido más fría. Como corresponde. El ministro alemán Schäuble declaraba en Spiegel que eso no era solución para nada y que "los Estados Unidos habían vivido de dinero prestado demasiado tiempo". El BCE, cada vez más dirigido por Axel Weber –el sucesor in pectore de Trichet–, no sólo mantenía los tipos, sino que se negaba a comprar bonos, en la mala copia –que Europa se ha visto obligada a aplicar a sus países decadentes– de las heterodoxas medidas del indisciplinado Bernanke. Para culminar la cosa, entre cifras abrumadoras de revalorización del oro, Sarah Palin confirmaba que un dólar fuerte con un respaldo económico real de la moneda, era imprescindible para impedir la inflación como riesgo añadido a la situación actual.

En resumen, la economía liberal le ha dado una "paliza" –ahora sí Barack– a la socialista keynesiana. No es cierto que lo que se ha hecho en los dos últimos años sea keynesianismo, pues ¿dónde están los pantanos, dónde las carreteras y dónde los aeropuertos? Pero en cuanto al socialismo, para cuyo mantenimiento se llegan a justificar los ahorros en gasto público, está en hundimiento libre.

Europa podría ir por peor camino. El think tank de centro izquierda Policy Network ha lanzado un plan para impedir este fin del socialismo, porque ellos solitos han constatado una situación que, dicen, causa vergüenza. La crisis financiera de 2008, lejos de darles la mesiánica razón que esperaban, ha provocado un vacío ideológico y bajos niveles de confianza del electorado en partidos de centro-izquierda y sus ideas de gobierno. Concluyen que la socialdemocracia europea está desesperadamente necesitada de ideas frescas y políticas transformadoras. Así es, y el beneficio colateral de esta debacle ideológica es que la UE podría llegar incluso a funcionar.

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