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Emilio Campmany

Irrelevante Zapatero

Quien manda es Rubalcaba. Lo que convierte su nombramiento como vicepresidente en un cuasigolpe de estado, ya que eleva de facto a la jefatura del Gobierno a uno que no ha sido elegido por el Congreso para ocuparla.

Creo que lo voy a echar de menos. Cuando se vaya ¿quién habrá que diga tantas gansadas como él? La última quiere ser irreverente y, a fuer de irrelevante, acaba siendo impertinente. El hombre se ha preguntado: "¿Qué leyes tengo que hacer, las que quiere el Papa o las que quiere la gente?". Naturalmente, dirá el coro de socialistas laicizantes, las que quiere la gente. Y la cuestión es que no se trata ahora de que le gusten al Papa o a la gente, sino de que sean constitucionales.

En el mismo mitin en el que Zapatero ha soltado esta sandez, ha acusado a los populares de catalanófobos. Supongo que lo dirá por recurrir al Tribunal Constitucional el estatuto que Zapatero impulsó y aprobó y algunas leyes salidas del Parlamento catalán, aunque no todas las que hubieran debido. Ocurre que en la mayoría de esos casos, y desde luego en el del estatuto, el Tribunal le ha dado la razón al PP y ha dicho que esas normas son inconstitucionales.

De forma que, con estar mal insultar a un jefe de Estado, cabeza visible de la religión que mayoritariamente profesan los españoles, de lo que se trata es de que atenga su impulso legislativo a la Constitución y vele por que los demás hagan lo mismo. Dado que es el presidente de Gobierno, que todavía no hay quien explique cómo, no parece que sea mucho pedir que tuviera algún respeto por la norma que ha prometido solemnemente acatar.

En fin, da igual lo que diga. Nadie le escucha. Hace cuatro o cinco días dijo que iba a dar un nuevo impulso a la política del Gobierno con una iniciativa sobre una agenda social de la que ya nadie ha vuelto a preguntar. En Corea del Sur se han debido de desternillar al oírle proponer soluciones internacionales al paro, él que dobla la tasa de los países de nuestro entorno. Ya ni para hacer chistes vale, pues convertido en la caricatura de sí mismo, no hay humorista que sea capaz de superar la realidad. No puede ir a ninguna parte en la que no tenga garantizada la adhesión inquebrantable de los que estén, pues hasta los de su cuerda le abuchean en un lugar y momento tan inapropiados como son la salida de la capilla ardiente de Marcelino Camacho el día de su muerte.

Quien manda es Rubalcaba. Lo que convierte su nombramiento como vicepresidente en un cuasigolpe de estado, ya que eleva de facto a la jefatura del Gobierno a uno que no ha sido elegido por el Congreso para ocuparla.

La noticia importante de ayer no son las tonterías que Zapatero pudiera decir en Viladecans, que a saber qué pecado habrán cometido allí para tener que padecer tal plaga, sino la que publicaba El País escondida en una página par: "Iglesias, Rubalcaba y Blanco sellan en secreto la paz con Tomás Gómez". Sólo el diablo sabe lo que han podido acordar. Me supongo que, de momento, le habrán salvado el antifonario al alcalde de Getafe, el agreste Pedro Castro, que se alineó con Trinidad Jiménez con el habitual entusiasmo con el que le gusta emplearse cuando se equivoca. Otra cosa es que hayan conseguido ganar a Gómez para su causa, la de elevar a Rubalcaba a la secretaría general del PSOE cuando se abra oficialmente el poszapaterismo. Ahí creo que el de Parla habrá sabido hacerse el sueco. Veremos.

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