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Emilio J. González

ZP, el hombre tranquilo

Los inversores empiezan a dudar de la solvencia de España y temen que nuestro país acabe como pueden terminar Irlanda y Portugal, esto es, plenamente intervenido por la UE y necesitado de un multimillonario plan de rescate.

Lo malo que tiene la situación actual es que pensar sólo en términos políticos y encerrar los económicos en un armario bajo siete llaves es que la crisis se puede llevar por medio a quien cometa semejante error. ¿Quién incurre en él? Pues el que todos ustedes tienen en mente: Zapatero.

Dicen que el que avisa no es traidor y los mercados ya están avisando a España de la que se le puede venir encima, no sólo porque la prima de riesgo –el diferencial de tipos con Alemania– haya vuelto a situarse en los dos puntos, sino también, y sobre todo, porque las últimas emisiones de deuda se han encarecido un 30% –han subido los tipos de interés– y, a pesar de ello, el Gobierno no ha conseguido colocar todo el papel que quería. ¿Cuál es el mensaje? Muy sencillo, que los inversores empiezan a dudar de la solvencia de España y temen que nuestro país acabe como pueden terminar Irlanda y Portugal, esto es, plenamente intervenido por la UE y necesitado de un multimillonario plan de rescate.

Además, hay otro factor que hace que los mercados duden de nuestra capacidad de pagar los intereses y el principal de nuestra deuda. Los analistas consideran que, con un déficit presupuestario y un endeudamiento público como el nuestro, en cuanto el tipo de interés supere el nivel del 5% nos va a resultar prácticamente imposible afrontar nuestros compromisos. Traspasar esa línea roja implica que, con toda la deuda que tiene que emitir el Gobierno el próximo año, y con un interés a ese nivel, va a ser tal la cantidad de dinero que España tendrá que pagar por el servicio de la deuda que este gasto creciente va a alimentar el propio desequilibrio de las cuentas públicas y, con él, el nivel de endeudamiento. Porque si la economía creciera con fuerza y se creara empleo, la propia dinámica de la actividad productiva generaría los ingresos necesarios para financiar esa deuda y reducir el déficit. Pero este no es el caso. El crecimiento económico ni está ni se le espera y la creación de empleo tardará todavía mucho más en llegar, sobre todo si ahora se da marcha atrás en la tímida reforma laboral aprobada este año por el Gobierno y se permite que sean los sindicatos quienes sigan dictando al Ejecutivo la política económica y laboral. Así es que el mensaje que está mandando el mercado no puede ser más claro: cada vez confía menos en Zapatero y, por tanto, en nuestro país.

¿Qué hace ZP mientras tanto? Pues lo de siempre, nada de nada mientras marea la perdiz para dar la sensación de que el Ejecutivo trabaja intensamente para resolver la crisis. Una situación como la que vivimos necesita de un anuncio de un recorte drástico del gasto público, tal y como ha hecho Cameron en el Reino Unido, seguido de decisiones que demuestren el verdadero compromiso del Gobierno con el saneamiento de la Hacienda. Lejos de ello, Zapatero sigue con lo de la reforma de las pensiones, que ahora se aplaza hasta primavera, como si ese fuera el problema. Pues no lo es. Es cierto que ese tema hay que resolverlo porque, en caso contrario, en dos años el sistema entrará en déficit, pero eso no tiene nada que ver con el agujero actual en las cuentas públicas, que supera el 11% del PIB. Éste se explica por los excesos de gasto acumulados a lo largo de los últimos años, por el derroche constante de todos los niveles de la Administración y por la incapacidad ideológica del presidente del Gobierno de hacer lo que hay que hacer para generar empleo, empezando por la reforma laboral y siguiendo por la promoción de la creación de empresas. Y las pensiones nada tienen que ver con esto.

Cualquier persona con un mínimo de sentido común actuaría de acuerdo con las líneas anteriores. Zapatero, sin embargo, sigue tranquilo en su sillón, pensando que quiénes son los mercados para venirle a él a decirle lo que tiene que hacer, que quiénes son esos especuladores que vampirizan a las sociedades para marcarle el camino a seguir. No, en realidad, a ZP no le preocupan los mercados. Lo que le preocupa es si se producen nuevos mensajes políticos por parte de la Unión Europea requiriéndole que haga lo que tiene que hacer. Eso es lo único que cuenta para él. Lo malo es que puede que la UE, harta ya de tanta verborrea vacía de contenido, no vuelva a decir nada hasta que los mercados hagan su trabajo. Entonces sí que nos vamos a enterar de lo que vale un peine, y todo porque ZP no quiere pensar en términos económicos y lo hace sólo, y mal, en términos políticos.

En Libre Mercado

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