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EDITORIAL

Que hable la Cataluña silenciosa

Por eso hay que ir a votar este domingo 28 de noviembre, para que la Cataluña silenciosa hable de una vez y no les entregue por incomparecencia el poder a los mismos gobernantes corruptos y liberticidas de siempre.

Los altos índices de abstención electoral en los países más estables, libres y con una democracia más consolidada son una señal de que la mayoría de la población prefiere concentrarse en sus propias vidas que en la res publica, pues sabe que la capacidad del poder político para alterarle la existencia es muy reducida. En otras comunidades, sin embargo, la abstención puede ser un signo de desafección hacia su clase gobernante o directamente una señal de irresponsabilidad por parte de una población que coloca todo el poder en manos de unos políticos que no dudan en restringir sus libertades.

Éste es precisamente el caso de Cataluña. En las elecciones del próximo domingo todas las encuestas vaticinan una alta abstención. Por un lado podría parecer una actitud comprensible, por cuanto el Tripartido ha terminado de hundir una Cataluña que dos décadas de pujolismo ya se habían encargado de asfixiar. Los últimos años de la región –precisamente los años de ese Estatut tan indispensable que iba a elevar el nivel de vida de los catalanes– serán recordados como unos de los más negros de su historia, salvando los que puedan venir de aquí en adelante. Al cabo, los dos partidos mayoritarios, CiU y el PSC, son los dos principales responsables de haber llevado a la comunidad autónoma a esta situación de colapso.

Por otro lado, sin embargo, no es admisible que se arguya que la cleptocracia nacionalista y socialista ha medrado políticamente durante 30 años a costa de la "Cataluña silenciosa" y que, en cada cita electoral, esa Cataluña permanezca silente. Es hora de que los ciudadanos que tengan vocación de serlo se reivindiquen y abandonen la cómoda pero peligrosa posición de siervos. Es posible que ninguna opción política que concurra el próximo domingo se ajuste a las exigencias y a la ideología de cada votante en particular, pero desde luego existen opciones claramente menos malas que otras.

El cambio en Cataluña no pasa por que CiU le arrebate el Govern al Tripartito, sino por que se abandone la autocracia nacionalista que desde siempre la ha sometido y por que se restaure un régimen de libertades que limite el poder político y permita a cada ciudadano catalán vivir su propia vida sin la torticera voluntad dirigirista y constructivista de su clase política. Por eso hay que ir a votar este domingo 28 de noviembre, para que la Cataluña silenciosa hable de una vez y no les entregue por incomparecencia el poder a los mismos gobernantes corruptos y liberticidas de siempre. Que la mayoría de la población se abstenga o vote en blanco en una situación de emergencia regional y nacional es lo mismo que salir a la calle a entonar el tan español "¡Viva las Caenas!". Esperemos que el domingo las cosas tomen, por primera vez en 30 años, un nuevo rumbo; un rumbo que no se dedique a aniquilar las esferas de libertad individual sino a ampliarlas tanto como sea posible.

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