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EDITORIAL

Con paso firme hacia el abismo

Si no hubiera motivos reales y objetivos de desconfianza en la solvencia y capacidad de recuperación de nuestro país, ¿por qué iban a renunciar estos "especuladores" a una inversión tan supuestamente segura y rentable como la deuda española?

Lejos de amainar, la desconfianza de los inversores hacia la economía española no hace más que aumentar hasta extremos jamás vistos. Este martes, la deuda pública de nuestro país ha batido nuevamente un record negativo al superar los 300 puntos básicos respeto al bono alemán. Por su parte, la bolsa española vivía su cuarta caída consecutiva, lo que coloca el retroceso de todo el mes de noviembre en el 14 por ciento, su peor cifra desde el colapso de Lehman Brothers en 2008.

Lo más patético y alarmante, sin embargo, es la pasividad del Gobierno que, para colmo, ha sido justificada por sus tres principales responsables económicos con tres explicaciones diferentes. Así, mientras el secretario de Estado de Economía ha quitado importancia a la situación diciendo que tan sólo se trata de "fluctuaciones", la ministra Salgado ha enmarcado la situación en un "ataque especulativo contra el euro" tras el rescate a Irlanda, al tiempo que hacía veladas criticas a la canciller Merkel por su rechazo a que sea el contribuyente alemán el que cargue con la crisis de la deuda española. En la misma línea, pero con mayor descaro, se ha pronunciado el portavoz parlamentario del PSOE, José Antonio Alonso, para quien la solución está en que el BCE compre la deuda española que los inversores no quieren. Y es que, a falta de inversores que confíen sus ahorros en nuestros bonos, Alonso pretende que sea el contribuyente el que se haga cargo de ella a través de una inflacionista inyección monetaria.

Aunque semejantes argumentos para hacer el avestruz caigan por su propio peso, hay que empezar por señalar que lo que estamos viendo, lejos de ser meras "fluctuaciones", constituye una tendencia consolidada desde que los mercados han visto la insuficiencia, cuando no irrealidad, del ajuste anunciado en mayo por Zapatero, cosa que ha dejado en evidencia hasta las muy maquilladas cifras de déficit público de nuestro Gobierno. Por mucho que el Ejecutivo insista en que España no es Irlanda ni Grecia, lo cierto es que nuestra prima de riesgo está ya en unos niveles similares a la que exhibían esos países pocos meses antes de tener que ser rescatados. El manido recurso de culpar de la situación a las maniobras de especuladores ansiosos de beneficios, sencillamente, no se sostiene. Y es que, si no hubiera motivos reales y objetivos de desconfianza en la solvencia y capacidad de recuperación de nuestro país, ¿por qué iban a renunciar estos "especuladores" a una inversión tan supuestamente segura y rentable como la deuda española?

En cuanto a que sea la maquina de hacer billetes del BCE la que "solucione" nuestros problemas para colocar nuestra deuda, tal y como apunta Alonso (o Felipe González), eso sería tanto como extender la desconfianza a toda la zona euro, renunciar a la disciplina que aun conserva la moneda única y hacer pagar el entuerto, mediante la inflación, a todos los ciudadanos europeos.

Por el contrario, la verdadera salida de la situación debe pasar o bien por una inmediata celebración de elecciones generales que propiciaran un cambio de Gobierno capaz de generar la confianza que éste ya ha agotado; o bien por que Zapatero tratara, al menos, de recuperarla con la inmediata toma de decisiones por la vía urgente del decreto ley y con el deseable y responsable apoyo de la oposición. Lejos de seguir haciendo el avestruz mientras el país se encamina al precipicio, se debe poner ya en marcha medidas tales como las destinadas a poner coto al despilfarro autonómico, estatal y municipal, reformar las pensiones, privatizar las cajas de ahorro y liberalizar el mercado laboral y el energético. Todo con la máxima urgencia.

Desgraciadamente, sin embargo, para Zapatero perder el tiempo es ganarlo, por lo que tampoco nos ha de extrañar que, con los brazos cruzados pero aferrándose al poder, prosiga nuestra marcha hacia la ruina.

En Libre Mercado

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