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Albert Esplugas Boter

Define sostenible

En lugar de intentar detener el cambio climático para que no suba el nivel del mar, gastando ingentes recursos y frenando el crecimiento económico, ¿no es más eficiente adaptarse erigiendo diques por una fracción de aquel coste?

Los socialistas de todos los partidos han patentado otro adjetivo, "sostenible". Además de "social" y "progresista", ahora todo tiene que ser sostenible: la economía, el desarrollo, el modelo productivo, las empresas, el turismo, la vivienda, el estilo de vida... Para una ideología que se nutre tanto de eslóganes es esencial ir renovando el catálogo.

Pero, ¿qué quieren decir con "sostenibilidad"? David Friedman considera dos acepciones a partir del propio significado del término y su uso cotidiano. Primera: hacer las cosas de una manera tal que podríamos continuar haciéndolas indefinidamente. Parece razonable, pero solo tiene sentido si el futuro es como el presente. Hoy no hacemos las mismas cosas que hace cien años, ni las hacemos de la misma manera. Si hubiéramos aplicado criterios de sostenibilidad cuando nos desplazábamos a caballo, nos sobrarían pasturas y nos faltarían aparcamientos. Es absurdo prepararse para un futuro que no va a ocurrir.

Una segunda definición, superficialmente más atinada, es la que propone el Brundtland Report: satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones de satisfacer sus propias necesidades. Friedman destaca dos problemas con esta acepción. En primer lugar, exige estimar las necesidades de las generaciones futuras y los medios que tendrán a su alcance. Parece sencillo desde una perspectiva estática, pero la realidad es dinámica, cambiante. Ni los más perspicaces eruditos del siglo XIX hubieran podido predecir el estado del mundo en la actualidad.

Por ejemplo, un reciente reportaje del New York Times echa por tierra el pronóstico, tan repetido por los agoreros contemporáneos, de que el petróleo se agota. Las proyecciones de reservas petrolíferas no dejan de aumentar, y los expertos predicen décadas de energía a precios moderados. En los últimos años se han descubierto gigantescas reservas petrolíferas en la costa de Brasil y África, y la explotación de las vastas reservas de Canadá, que 15 años atrás pocas compañías creían rentable, se ha expandido tanto que ahora suministra a Estados Unidos más petróleo que Arabia Saudita.

Los elevados precios del petróleo y el gas fomentaron una oleada de inversiones y perforaciones, y las innovaciones tecnológicas han facilitado la explotación del fondo del océano, el Ártico y los campos de roca pizarra. Incluso es posible perforar debajo de barrios habitados, como en Fort Woth, que se asienta sobre una amplia reserva de gas. La innovación tecnológica también ha propiciado un consumo energético más eficiente: los vehículos, los edificios y los electrodomésticos gastan menos que antes.

Así pues, el modelo energético que hace poco se tildaba de insostenible ahora parece que puede sostenerse por muchas décadas.

La segunda definición plantea otra cuestión: ¿la sostenibilidad de una política viene determinada por sus efectos individuales o por el efecto neto? Es decir, ¿las generaciones futuras deben poder satisfacer cada una de sus necesidades igual o mejor que nosotros, o deben poder satisfacer el conjunto de sus necesidades igual o mejor que nosotros en balance? Por ejemplo, si el sistema productivo actual calienta el planeta tres grados en el próximo siglo pero al mismo tiempo genera un crecimiento económico que más que compensa los problemas derivados de ese calentamiento, ¿por qué no es sostenible? El informe Stern estimó que las políticas medioambientales de mitigación del cambio climático tendrían un coste del 1% del PIB cada año. Con las tasas de crecimiento de la última década, sería como estar permanentemente en crisis. ¿Por qué esta alternativa es más sostenible?

Bjorn Lomborg, escribiendo sobre soluciones eficientes, se refiere a la subida del nivel del mar por efecto del calentamiento y a la construcción de diques. En lugar de intentar detener el cambio climático para que no suba el nivel del mar, gastando ingentes recursos y frenando el crecimiento económico, ¿no es más eficiente adaptarse erigiendo diques por una fracción de aquel coste? Tokio se ha hundido 15 pies con respecto al nivel del mar desde 1930, pero se ha adaptado al cambio sin dificultad. Una quinta parte de Holanda está por debajo del nivel del mar, y la mitad está solo a tres pies por encima. Un sistema de diques y barreras la protegen de la inundación. Mantener a Holanda a salvo de una futura subida del nivel del mar en el próximo siglo costaría una décima parte del 1% de su PIB.

Si al final la sostenibilidad tiene en cuenta el efecto neto de una política, es un comodín vacío de significado que pueda ser empleado por cualquiera que interprete que la suya produce, en balance, buenas consecuencias. Lo que sugiere una carencia adicional de este término: en rigor la sostenibilidad sólo exige no empeorar la situación de las generaciones futuras. Pero algunos defendemos políticas liberales porque no nos conformamos: queremos que las próximas generaciones sean más ricas que nosotros.

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