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Pío Moa

¿Estados Unidos de Europa?

Tal idea, de impulso inicial democristiano y de concepción economicista (la interrelación económica cada vez más intensa determinaría todo lo demás), sufrió desde pronto considerables modificaciones y evolucionó en un sentido socialdemócrata.

La idea de una Unión Europea tuvo carácter fundamentalmente democristiano después de la II Guerra Mundial, y buscaba, por una parte, superar conflictos entre Alemania y Francia como los que habían ocasionado las dos guerras mundiales y, por otra, crear una nueva superpotencia capaz de competir con Usa y la URSS. A mi juicio, explicado en Nueva Historia de España, el año 1945 marcó el final de la Edad de Apogeo europea, en la que algunos países del continente, sobre todo Gran Bretaña y Francia, y en su estela casi todo el resto, alcanzaron una completa supremacía mundial. La idea de una Europa políticamente unida guardaba además semejanza con la de un nuevo Sacro Imperio que agrupase a toda Europa (por entonces, a toda la cristiandad) como contrapartida política de la unidad espiritual católica.

El Sacro Imperio funcionó mejor o peor, más mal que bien, durante casi un milenio, si contamos como última expresión del mismo el Imperio Austrohúngaro. Sin embargo nunca logró aglutinar a Europa, sino que al margen, y en cierta medida en oposición a él surgieron las primeras naciones europeas, ante todo España, Francia e Inglaterra, precisamente las más dinámicas, que proyectarían su cultura e idiomas por el mundo. En ese sentido, la idea de una unión europea después de 1945 iba contra la historia misma de Europa y contra uno de sus rasgos culturales más característicos: su rica diversidad nacional y cultural, que se trataba de homogeneizar, empobreciéndola.

Tal idea, de impulso inicial democristiano y de concepción economicista (la interrelación económica cada vez más intensa determinaría todo lo demás), sufrió desde pronto considerables modificaciones y evolucionó en un sentido socialdemócrata, precisamente contrario al inicial, volviéndose, en definitiva, anticristiano. Rasgo fundamental de la actual Unión Europea es el tenacísimo intento de extirpar sus raíces cristianas, sustituyéndolas por una mezcolanza de ideologías sentimentales, "multiculturalistas" y estatalistas cada vez más próximas a aquel "despotismo democrático" sospechado por Tocqueville. Y también es verdad que si la UE se ha configurado como una superpotencia económica (hoy en crisis), nunca ha recuperado su poder cultural de anteguerra.

En cuanto a España, podemos comprender ese impulso unitario entre Francia y Alemania, también Inglaterra, por cuanto las rivalidades entre ellas han producido verdaderas hecatombes históricas. Pero, precisamente, ese problema apenas nos afecta. España permaneció, muy felizmente, ajena a esas guerras y, al igual que Inglaterra o Francia, su identidad tomó o retomó forma hace muchos siglos en contra de pretendidas unidades europeas, siempre insatisfactorias y más para nosotros actualmente: desde nuestro ingreso en la CEE no hemos dejado de perder soberanía, nuestras tasas de desarrollo se han debilitado y nuestra cultura está cada vez más satelizada a la anglosajona. La perspectiva es cada vez más de lo mismo. Son cuestiones sobre las que conviene reflexionar al margen de servilismos e ideas infundadas como las que hoy dominan el panorama. Un panorama nada estimulante, por lo demás.

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