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Emilio J. González

Alemania dice basta

¿Qué puede pensarse de un Gobierno como el nuestro que, con el país en situación de quiebra fiscal, sigue tirando el dinero como lo tiran aquí los políticos? Aprobar una medida como el eurobono sería poner en marcha una bomba de relojería.

Alemania ha arrojado un jarro de agua fría sobre las expectativas de los mercados de una pronta salida de la actual crisis de deuda en la zona euro con su negativa a aceptar la creación de un eurobono que sustituiría a las emisiones nacionales de deuda pública dentro de la unión monetaria europea. La reacción de los mercados ante este rechazo no se ha hecho esperar y este lunes el euro ha vuelto a debilitarse, el diferencial de tipos de interés entre los países cuestionados –España incluida– ha vuelto a ampliarse y las bolsas del Viejo Continente han cerrado en un rojo especialmente entre las economías en problemas, como la nuestra. Así las cosas, ¿por qué los alemanes han dicho ‘no’ a una idea que, en teoría, podría suponer el principio de la solución a los serios problemas que aquejan al euro? La razón de esta negativa es muy sencilla y, en buena medida, tiene mucho que ver con la irracionalidad que viene caracterizando durante toda la crisis a la política económica española.

Un eurobono implica, ni más ni menos, que los tipos de interés de la deuda de todos los países miembros del euro serían los mismos, con independencia de sus niveles de déficit presupuestario y de deuda pública en circulación, porque el eurobono sería una emisión unificada de títulos para financiar los desequilibrios presupuestarios de todos los países de la zona euro y todos ellos responderían, de forma solidaria, de los compromisos de pago de intereses y devolución del principal que implicaría el eurobono. Es decir, en cierto modo, en la unión monetaria empezaría a haber un Tesoro y una Hacienda única, en lugar de dieciséis tesoros y dieciséis haciendas nacionales. El problema es que dar un paso como ese, además de las implicaciones en materia de cesión de soberanía nacional a las instituciones europeas, es que, en primer lugar, implicaría una subida de los tipos de interés en aquellos países que hoy los tienen más bajos porque han hecho bien sus cosas. Y una economía como la alemana, tan sensible a la evolución del precio del dinero, no está por la labor de sufrir las consecuencias de que otros se nieguen a hacer sus deberes.

Para complicar más las cosas, para que el eurobono fuera efectivo tendría que venir acompañado de la creación de una institución que tuviera poder para imponer a los distintos países el contenido de su política presupuestaria y, de esta forma, limitar sus emisiones de deuda. Sin ello, el eurobono podría suponer un serio problema para los países más serios porque aquellos otros que no lo son, como la España de Zapatero, podrían seguir sin realizar los ajustes necesarios en el gasto público y, por tanto, seguir con elevados niveles de déficit que se tendrían que financiar con mayores emisiones de deuda. Eso implicaría nuevas subidas de tipos de interés para el conjunto de la zona euro, ya que el eurobono unifica los mismos. Y, como es lógico, Alemania no está dispuesta a aceptarlo, sobre todo viendo que los griegos pasan de todo y que, aquí, en España, Zapatero sigue sin querer coger el toro por los cuernos y meter un tijeretazo de órdago al gasto público. ¿Qué puede pensarse de un Gobierno como el nuestro que, con el país en situación de quiebra fiscal, sigue tirando el dinero como lo tiran aquí los políticos? Pues que, dado que estamos hablando de la quinta economía de la UE y la novena del mundo por volumen del PIB, aprobar una medida como el eurobono sería poner en marcha una bomba de relojería.

Sin la posibilidad de meter en cintura a Zapatero, el eurobono es un peligro para toda la zona euro, que tendría que asumir la quiebra de España, con importantes costes en términos de aportaciones de otros países para mantener los compromisos de pago relacionados con el eurobono y de mayores tipos de interés para todos como consecuencia del ‘default’ español. Es lógico, por tanto, que Alemania se niegue a semejante idea que, bajo otras circunstancias, sería muy buena, pero no en las actuales, con un ZP que se niega a hacer lo que hay que hacer.

En cierto modo, la negativa alemana es un decir ‘basta’ ante tanta irresponsabilidad como se está viendo en la zona euro, en especial en España, en la gestión de la crisis. Y no hay que olvidar que los políticos alemanes, en última instancia, responden ante sus ciudadanos, los cuales ya están bastante hartos de pagar durante seis décadas las facturas de Europa y que siempre han estado mayoritariamente en contra del euro porque se temían, como se está viendo, que ni iba a ser una moneda tan sana como su adorado y añorado Deutsche-Mark, ni muchos de los países miembros se iban a comportar con la ortodoxia que requiere la pertenencia a la unión monetaria europea. Alemania ha dicho ‘basta’ y España ya puede empezar a tomar buena nota de la que le espera si seguimos como estamos, porque no hay más que ver el comportamiento de los mercados este lunes para entender que consideran más que insuficientes las medidas aprobadas el pasado viernes por el Consejo de Ministros.

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