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Fundación Heritage

El espíritu del Tea Party vive

El Congreso no tiene ningún mandato; se debe ir a casa y dejar que el Tea Party gobierne. Se ganaron ese derecho en las urnas.

Hace 237 años, un grupo de colonos disfrazados de indios subió a buques mercantes británicos y tiraron a las aguas del puerto de Boston un cargamento de té por un valor estimado de 10.000 libras esterlinas. Es el motín que vino a conocerse literalmente como la Fiesta del Té de Boston (Boston Tea Party en inglés). Este motín, que John Adams describió como el "acontecimiento más importante que ha sucedido desde que empezó la controversia con Gran Bretaña", no fue solamente una protesta acerca de los impuestos. Estos antepasados no arruinaron el té debido a una simple disputa fiscal. En 1773, la gente del motín protestaba por el proceso seguido por el gobierno británico para imponerles el gravamen. Los colonos de lo que sería Estados Unidos estaban rechazando fundamentalmente la forma en la que los británicos les gobernaban.

El jueves por la noche, ese espíritu del motín consiguió otra victoria importante cuando el líder de la mayoría demócrata del Senado Harry Reid se vio forzado a retirar su proyecto de ley ómnibus de 1.924 páginas con un coste de 1,2 billones de dólares. El problema con el proyecto de ley ómnibus de Reid no era solamente su tamaño –aunque el Gobierno federal sí gasta demasiado dinero de otros– sino la manera cómo se concibió y se quería forzar sobre el pueblo americano. Desde hace demasiado tiempo, el Congreso de Estados Unidos ha ido acumulando más y más poder de gasto en menos y menos leyes mientras espera hasta el último minuto posible para tomar en consideración las medidas que quieren aprobar.

Como consecuencia, los lobbistas han diseñado todo un modelo comercial para identificar las partidas presupuestarias y los proyectos de ley tributaria clave para después lograr que condescendientes miembros del Congreso cuelen sus deducciones fiscales, lagunas legales y obsequios especiales. El colapso del proyecto de ley ómnibus es un completo rechazo a esa forma de hacer las cosas en Washington. El senador republicano John McCain dijo a la revista National Review: "Sé que es un momento trascendental porque es la primera vez desde que estoy aquí que nos hemos levantado y hemos dicho: ¡Basta ya!".

Esta victoria no habría sido posible sin el movimiento Tea Party. Al comenzar el día, el senador saliente, derrotado por el Tea Party, Robert Bennett estaba trabajando "activamente para reunir nueve votos republicanos posibles" y así aprobar el proyecto de ley ómnibus, atiborrado con 6.000 asignaciones de fondos públicos, que en realidad es dinero para comprar favores políticos, por un valor de 8.000 millones de dólares. Pero, por otra parte, el líder de la minoría republicana del Senado Mitch McConnell trabajó los teléfonos todo el dia forzando la mano de esos nueve republicanos, muchos de ellos miembros del Comité de Presupuestos del Senado, para que no apoyasen ese proyecto de ley. No era algo sencillo. El senador Thad Cochran, el miembro republicano más importante de ese comité tenía 281 asignaciones por valor de 561 millones de dólares. El mismo McConnell tenía 48 asignaciones por 113 millones. Pero, sabiamente, estos legisladores finalmente vieron la luz. McConnell le dijo después al National Review: "Decidimos que no vamos a aprobar una ley de 2.000 páginas que nadie había visto antes de ayer. Esa no es la manera de operar y tampoco es el mensaje de las elecciones de noviembre".

Los activistas del movimiento Tea Party debería tomarse un respiro y ponerse a celebrar. Pero solamente un ratito. No todo el 111º congreso ha comprendido el mensaje de las elecciones de noviembre. Demasiada gente en el Capitolio parece funcionar bajo la creencia de que el pueblo americano votó en noviembre para que le hagan tragar la agenda del presidente Barack Obama en diciembre.

Este Congreso recibió una paliza en las urnas el mes pasado. Según una encuesta de Gallup, al pueblo americano le disgusta este 111º Congreso más que cualquier otro congreso en la historia. Específicamente, todo un 83% de americanos desaprueba la manera que el Congreso está haciendo su trabajo mientras que solamente el 13% aprueba su labor. Es la peor nota de aprobación en más de 30 años de seguir el desempeño del Congreso de Estados Unidos. El 111º Congreso no tiene ningún mandato; se debe ir a casa y dejar que el Tea Party gobierne. Se ganaron ese derecho en las urnas.

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