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El regalo de Maliki

Irak es, de todos los frentes de la guerra, el que evoluciona mejor. Pero este combate contra el islamismo, que es la confrontación ideológica de nuestro tiempo entre la libertad y la tiranía, no ha hecho más que empezar.

Una vez Bush visitó Irak y le tiraron un zapato. Dijo: "Lo único que puedo confirmar es que es una talla 40". Debió dejarlo junto al árbol de Navidad, porque ahora los conciudadanos del lanzador le han dejado un regalo anticipado a él, y a la nación que liberó Irak.

El primer ministro Maliki, que renueva en el cargo, ha formado un Gabinete que cuenta con el aval del legislativo. No le ha bastado al chií con aliarse con los rivales sunitas de la coalición Irakiya, de Allawi, sino que ha logrado la ratificación parlamentaria a las 45 (sic) carteras ministeriales.

Después de las elecciones de marzo, y nueve meses de tratos, Obama ha recibido el acuerdo como un significativo paso adelante en la reconciliación. Y eso que su hoy vicepresidente, Biden, sugirió, cuando Irak estaba enzarzado en la violencia, que la solución era la separación en tres Estados. Menos mal que le hizo tan poco caso entonces Bush, como se lo hace ahora Obama respecto a su estrategia de retirada de Afganistán, a cambio del incremento de las misiones de los aviones asesinos teledirigidos por la CIA de ciertamente extraordinaria eficacia.

Según el acuerdo firmado por Bush en 2008 (el Status of Forces Agreement, o, por mal acrónimo, SOFA), los 50.000 soldados americanos que quedan en Irak podrán regresar a finales de 2011. Se espera que el nuevo Gobierno renegocie la partida para garantizar la seguridad y el futuro de Irak sobre el modelo de las transiciones de las anteriores guerras mundiales (todavía hay militares americanos en Japón y bases en Alemania, y, como nos recuerda la actualidad y agradecen en Seúl, tropas en Corea).

Los medios han resaltado este año el carácter imperfecto de la democracia. Esto, por supuesto, no equivale a añorar la certidumbre y claridad con la que las decisiones se tomaban en Irak bajo el criminal régimen de Sadam, depuesto y capturado por los americanos en 2003, y ajusticiado por los iraquíes en 2006.

Lo que, en cambio, ha desaparecido de los titulares es el significado de Irak. Irak es la primera batalla de la guerra contra el terrorismo, hoy concepto inexpresable entre los bienpensantes. Un nombre más apropiado –pues el terrorismo es un medio y no un sujeto contra el que se pelee– es el de guerra contra el islamo-fascismo. Este primer conflicto, por importancia y repercusión, fue un combate contra el régimen nazi de Sadam, que es lo que significa el partido Baaz, al que el progresismo se empeñaba en llamar "laico". Lo hacía, quizá, en contraposición al segundo frente que se construye contra los regímenes islamistas como el de Afganistán, antaño, e Irán, hogaño. Este monstruo de dos cabezas, el islamismo y el fascismo, que ha negado la libertad y la democracia en Oriente Medio, es el enemigo de una guerra que sigue manifestándose en los sitios más insospechados. Así, este mes en Estocolmo, donde la suerte hizo que un terrorista suicida iraquí evitara una masacre al volarse por los aires. Así, hace apenas un año un nigeriano entrenado por Al Qaeda en Yemen estuvo a punto de atentar contra un avión que iba de Ámsterdam a Detroit.

Callar las cosas no las hace desaparecer. Occidente sigue luchando en la guerra contra el terrorismo, que sigue siendo una guerra contra el islamo-fascismo.

Irak –¡qué seguidor de los medios extremistas de nuestros días lo iba a decir!– es, de todos los frentes de la guerra, el que evoluciona mejor. Pero este combate contra el islamismo, que es la confrontación ideológica de nuestro tiempo entre la libertad y la tiranía, no ha hecho más que empezar. En las transparentes y avanzadas democracias occidentales, aprovechando que las autoridades visitan en estas entrañables fechas a los militares desplazados para este fin, convendría contárselo a la gente. Bush lo hacía, aunque le tiraran cosas. Bagdad bien vale un zapatazo.

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