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Pablo Molina

El año de los inocentes

Mientras toda esta tropa se divierte colgando muñequitos recortados en la chepa del contribuyente, la oposición se dedica a disfrutar del espectáculo esperando su turno.

2010 ha sido el año de la inocentada constante para un gran número de españoles, en realidad la inmensa mayoría, obligados a contemplar a una clase política que sigue encantada de haberse conocido y ajena a su grave responsabilidad en el deterioro alarmante de las condiciones de vida de sus compatriotas.

Por poner sólo unos pocos ejemplos a vuelapluma, Bibiana Aído es una inocentada con mechas, al igual que su colega y hoy superiora Leire Pajín; las pintorescas correrías de Zapatero en los foros internacionales, ora dormitando ora buscando su lugar para hacerse una foto, son inocentadas para solaz de la prensa extranjera; los sindicatos españoles son una panda de cachondos dedicada a embromar a los que financiamos sus francachelas; las elecciones catalanas han sido una coña de la que ha surgido un Gobierno capaz de hacer que olvidemos a su antecesor, el Gabinete autonómico más lamentable que ha padecido una región civilizada; y mientras toda esta tropa se divierte colgando muñequitos recortados en la chepa del contribuyente, la oposición se dedica a disfrutar del espectáculo esperando su turno, no en vano tiene en los lugares en que gobierna a varios equipos de bromistas que podrían disputarle el primer puesto a los sociatas, tradicionalmente los más atrevidos a la hora de reírse de los ciudadanos que han de sufrir sus atropellos.

Aquí las inocentadas se suceden a lo largo de todo el año porque ya es imposible concentrar tal volumen de mal gusto en tan sólo veinticuatro horas. Por eso, aunque el santoral católico conmemora hoy la matanza de niños llevada a cabo por Herodes el Grande, Rey de Judea con permiso de los romanos, nuestros políticos celebran a diario la efeméride utilizando especialmente a las nacientes generaciones de españoles. No degüellan a los varones, porque los gobiernos actuales son más civilizados y mucho más igualitarios que hace veinte siglos. Ahora simplemente abortan a la mitad, y a los que sobreviven les imponen un diezmo de unos treinta mil euros para que lo vayan pagando poco a poco durante su vida laboral.

Es normal, por tanto, que la tradición de incluir una noticia absurda en las portadas de la prensa o intercalada en los noticiarios televisivos cada 28 de diciembre se esté perdiendo. Con la tragedia estrambótica provocada por ZP de forma cotidiana nadie sería capaz de identificar una de estas inocentadas al vuelo. Excepto Rubalcaba, claro, pero es que él, de inocente tiene los justito.

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