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Eva Miquel Subías

Libertad vigilada

Si alguien quiere regentar un establecimiento donde se advierta previamente tanto a empleados como a clientes que se trata de un local destinado a fumadores, debería poder llevarlo a cabo sin problemas.

Corría el año 96. En un pequeño pueblo de la costa californiana Natalia y una servidora procedimos a encender un cigarrillo en una soleada terraza. Sin apenas tener tiempo de apurar la primera calada se acercó un camarero y nos invitó a apagarlo. A mi observación obvia de que nos encontrábamos al aire libre, me espetó: "Sí, lo sé, pero aquella señora que está almorzando a pocos metros desea tener el derecho a seguir haciéndolo libre de humos". Oído cocina.

Mañana mismo hará cuatro años que dejé de fumar. Una de las mejores decisiones, sin duda, que he tomado en mi vida. Mi piel me lo agradeció y los largos en una piscina me resultan mucho más llevaderos. En los viajes extensos no debo preocuparme, no me angustio, y cuando creo estar nerviosa –que es casi permanentemente– no lo utilizo como excusa para encender un pitillo. Me tranquilizo como puedo y me apaño yo solita.

Tampoco me atiborro a hamburguesas, ni me lanzo al bourbon como los chicos de Mad Men. Y no por ninguna ley que me lo impida. Simplemente por sentido común y porque todavía me quiero a mí misma y me gusta verme de manera saludable por dentro y en la medida de lo posible, por fuera.

Bien es cierto que quien abraza al colesterol como forma de vida sólo se lesiona a sí mismo, mientras que el fumador no sólo se perjudica a sí mismo sino a los que tiene a su alrededor. Pero también está en su derecho, siempre y cuando no moleste al resto.

Es decir, si alguien quiere regentar un establecimiento donde se advierta previamente tanto a empleados como a clientes que se trata de un local destinado a fumadores, debería poder llevarlo a cabo sin problemas. De la misma manera que el resto de los no fumadores deberían poder tomarse un café con un mini de tomate y fuet sin aroma a hombre Marlboro. Y la educación y el respeto, en este punto, juegan un papel importante.

Muy interesante el apunte de Domingo Soriano en esta casa al respecto de ¿Salud o molestia? Efectivamente, para la mayoría de personas que se muestra partidaria de la ley el factor de molestia es superior al relacionado con la salud.

Pero claro, no debe explicitarse ya que de otro modo podríamos entonces reclamar la obligatoriedad de una ducha como mínimo diaria a todos los españolitos para no tener que soportar algún que otro olor desagradable a primera hora de la mañana.

Más. Hace pocos días le estuve preguntando al propietario de un establecimiento en Vilanova i la Geltrú. El chico estaba encantado con la nueva ley pero, sin embargo, al solicitar al ayuntamiento calefactores para la terraza se encontró con una negativa. Están limitados. Y se encontró, asimismo, con la advertencia del presidente de la comunidad de vecinos del edificio de enfrente. Tengamos la fiesta en paz, le vino a decir.

Por cierto, me cuenta mi hermana –que sigue fumando a pesar de mis consejos, as usual– que el lunes 3 de enero procedió a encender un pitillo de manera inconsciente en el bar que hay justo al lado de la oficina en la que trabaja. El propietario, uno de tantos trabajadores de origen chino que han iniciado la compra de muchos de las tradicionales cafeterías del Ensanche barcelonés, ni se inmutó. Sara le pidió disculpas porque no se había acordado que horas antes había entrado en vigor la ley antitabaco. Me la sopla, le contestó con la mirada el oriental.

José Luis Rodríguez Zapatero ha dicho que le parece lógico que se pueda denunciar a quien incumpla la norma y ha apuntado, asimismo, que nada tiene que ver la protección del derecho a la salud con la libertad de los otros. Pero sí tiene que ver. Y mucho.

Por cierto, no sé si se habrán fijado en las imágenes de la entrevista que le hizo Carlos Herrera al presidente de Gobierno. Los hoyuelos han vuelto a aparecer más marcados que nunca. Él sigue con lo suyo. Que a pesar de que España esté asfixiada de deudas, de quiebras y desempleados, somos más solidarios que nadie. Somos la pera, vamos. Pobres pero generosos. Y yo, con lo mío. Zapatero se mola mogollón y se queda por un tiempecito. Vaya si se queda. Pero todavía no hay ley que ampare a nadie para denunciar a otro por incompetencia. Y eso sí que perjudica gravemente la salud de los españoles.

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