China es uno de los países que podrían jugar un papel clave en la formación de la coalición contra los extremistas islámicos. El propósito de esos grupos (más bien ejércitos), es ocupar una base territorial para sus designios mundiales en el corazón de Asia, una zona del mundo caracterizada por un abismal vacío geopolítico. En esa región de Asia, China ha sido desafiada; los extremistas islámicos ya han tratado de agitar las poblaciones uigures, kirguisas, uzbecas, turcomanas, etc. que habitan la provincia de Xingkian.
La ambición de China es constituirse en potencia mundial, jugando todas las bazas a que su posición y poderío le dan derecho. Con su ingreso en la Organización Internacional del Comercio, acaba de dar otro paso hacia ese status. Y es poco probable que contemporice mucho tiempo con el aventurerismo mostrado por los talibanes de Afganistán y sus aliados en el mundo árabe. A China le conviene el statu quo.
En 1996, China formó el grupo de “los cinco de Shanghai”, con Rusia, Kazakstán, Tayikistán y Kirguizistán. En el 2000, Uzbekistán, que no tiene frontera con China, se unió al grupo como observador. El propósito inicial fue arreglar disputas fronterizas, lo que ya se ha conseguido casi totalmente, una hazaña impagable en esa región del mundo. El propósito del grupo comprende el comercio y el desarrollo de las vías de comunicación y oleoductos, así como planes industriales. China es contemplada por esos gobiernos centroasiáticos como un punto de apoyo que les permite comprometerse con la construcción de estados y sociedades laicos. Esto último, pero también la corrupción y tendencias autoritarias de esos regímenes ex-soviéticos, constituyen las excusas que los extremistas explotan para alentar la disidencia, sobre bases religiosas. China fue objeto de ataques terroristas de origen afgano en 1997.
El patrocinio del “Grupo de los 5” por parte de dos grandes potencias como Rusia y China es tanto más necesario cuanto los otros (Kirguizistán, Uzbekistán y Tayikistán) se reparten el territorio de lo que históricamente constituyó una región natural unida: el valle de Fergana, una franja de 300 km. de largo por 70 de ancho, donde cada gobierno trata de ejercer el control de sus fronteras en detrimento de la unidad de las poblaciones. Aunque esta división es producto de los cálculos rusos cuando se disolvió la URSS, los líderes de esos países asiáticos no tienen más remedio que apoyarse en Rusia. China puede jugar su papel como potencia desinteresada por las ganancias territoriales. Las poblaciones ferganas, sin duda, merecen rectificaciones y compensaciones. Pero esto es hoy otra cuestión.
La colaboración de China con la coalición anti-extremista que los Estados Unidos quieren liderar se ve, sin embargo, comprometida por una serie de choques por motivos que, a la vista de lo acontecido y lo que puede suceder, parecen de una importancia limitada. China se ha sentido ofendida por los Estados Unidos por lo que cree una degradación en su status de gran potencia: el armamento moderno vendido a Taiwan por Washington y el proyecto de defensa antimisiles dejan los modestos recursos militares de China a la altura de una minipotencia; la declaración del gobierno indio, en 1998, de que China era su principal amenaza fue seguida por el acercamiento estratégico entre Estados Unidos y la India. Los devaneos de Washington con el presidente independentista de Taiwán han enfurecido a Pekín. La bomba sobre la embajada china en Belgrado en 1999 y el avión espía norteamericano derribado sobre territorio chino a comienzos de este año fueron las gotas que rebosaron el vaso.
Los Estados Uidos parecen necesitar una rapidísima clarificación de sus relaciones con China. El presidente Jiang Zemin anunció hace días que China sólo participaría en una acción contra los terroristas bajo auspicios de las Naciones Unidas. El secretario de Defensa Rumsfeld replicó el miércoles 19 que los Estados Unidos “no tienen por qué estar detrás de las Naciones Unidas en todos y cada uno de los pasos militares necesarios”. Bien: sin duda, no en todos y cada uno, pero esperemos que lo estén en algunos que permitan a China servir sus propios intereses ayudando a la coalición, sin perder por ello la cara de su prestigio como gran potencia del siglo XXI.
En Internacional
0
comentarios
Servicios
- Radarbot
- Libro